Isabella pestañeó algo preocupada, miró a su alrededor nerviosa y tras varios segundos se volvió contra Dennis.
—¿Piel humana? No puedo... imaginarme que pasó aquí —La joven bruja recobró su postura erguida y permaneció en silencio, con el entrecejo fruncido.
—Podemos confirmar una cosa —empezó a decir Dennis, soltando el tejido—, lo que dijo el humano si es real.
—No me alegra ni un poco.
—Es una pista importante.
—Sí, lo sé —Isabella agachó la cabeza—. Me preocupa un poco, eso es todo.
Dennis relajó su expresión y se puso de pie.
—Debemos seguir explorando. No se coma tanto la cabeza pensando sobre eso —El mayordomo caminó hasta Isabella—. Si lo prefiere, puede quedarse aquí mientras. —dijo con una sonrisa.
—Está bien, solo es algo que me preocupa —Isabella se pasa las manos por el rostro y al instante, baja sus brazos. Su mirada antes nerviosa, pasaba a ser un poco más determinada, sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que podría haber ocurrido.
Dennis asintió y ambos se adentraron a explorar con más detalle la desértica aldea.
Varias de las casas a las que ingresaron permanecían intactas como podía esperarse desde el exterior. En un primer vistazo, eran notables las motas de polvos esparciéndose por todo el lugar; el suelo, de madera algo vieja, chirriaba al contacto; el aroma, húmedo y algo fuerte inundaba el olfato de ambos cada vez que entraban a cada una; y junto a la tan pobre decoración, hacía el lugar más tenso de lo habitual.
Tras verificar la última de ellas, fijaron su mirada en una edificación que destacaba entre las demás. No por la diferencia de tamaños, ni por su arquitectura distintiva, sino, por el terrible olor que emitía. Desde que llegaron no era tan obvio aquel aroma. Fue cuando se adentraron aún más en el núcleo de la aldea, que un olor semejante a algo podrido invadió su olfato y puso alerta al dúo.
—Es terrible —murmuró Isabella, con la mano en su nariz en un intento de combatir tan repugnante esencia.
Dennis, consciente de lo fuerte que era el olor, intuyó con esperanza en equivocarse lo que era. Con cautela, caminó hasta la entrada.
—Señorita, no creo que sea buena idea que entre... Al menos por ahora —dijo, y miró a Isabella por encima de su hombro.
Isabella asintió con dificultad. Abrumada aún, retrocedió y esperó con paciencia.
Dennis primero verificó la manija de la puerta y, como las demás puertas, permanecía desbloqueada, situación que al mayordomo le causó curiosidad desde que llegaron al lugar. Abrió parcialmente la puerta y asomó cauteloso al interior. El olor no hacía más que incrementar su peste.
Dennis entró tras varios segundos, cerró la puerta detrás de él, y examinó su alrededor con el fin de buscar la fuente. El lugar no tenía nada de especial a primera vista, todo permanecía intacto y no había signos de algún forcejeo que dieran alguna pista sobre lo sucedido.
Caminó siguiendo su olfato. Al cabo de unos minutos explorando, divisó unas escaleras que descendían y no parecían terminar por la invasiva oscuridad que acechaba en el fondo.
—Monsieur.
Una voz desconocida invadió los oídos del mayordomo, quien, con inesperada tranquilidad, volteó la mirada.
Detrás de él, un hombre de aspecto extravagante permanecía sentado sobre el sofá, con las piernas cruzadas y cargando un bastón decorado con la cabeza de un águila tallada en madera.
Dennis se volvió contra el extraño hombre sin decir ninguna palabra. Frunció el ceño amenazante y le dirigió una aguda mirada.
—Una disculpa por la intromisión. Solo es algo curioso ver a alguien en un lugar tan recóndito como este, ¿no cree? —El hombre mantenía un incómodo tono familiar con Dennis. Esbozó una sonrisa y levantó el bastón, apuntando al demonio—. ¿Entonces me dirá?
—¿Decir qué? —cuestionó Dennis sin perturbar su semblante.
—Que hace aquí, por supuesto.
Dennis mantuvo su boca cerrada.
—Bien... No tiene que decirme, quería probarle un poco, es todo. Pensé que la santa sabiduría del señor me había enviado solo a mí —dijo mientras se flexionaba contra el empolvado sofá. Su mueca retorcida no cesó de su rostro.
Dennis ignoró sus palabras. Dio un paso y cuestionó:
—¿Qué hay ahí debajo?
—No algo agradable, sabe perfectamente que es lo que hay ¿No es así?
Dennis suspiró con molestia. Intuía muy bien que podría estar esperando tras bajar las escaleras, y la reacción de aquel hombre, confirmó sus sospechas.
El mayordomo volteó hacia atrás, visualizando las escaleras que descendían pero al instante se volvió contra el hombre del bastón. Tenía que hacer algo, su presencia ahí significaba algo ¿Por qué permanecía aquí, en primer lugar? ¿Quién era? Múltiples interrogantes invadieron su mente.
—He terminado aquí. Fue un gusto conocerlo, demonio —sonrió el hombre. Se levantó del sofá y con su bastón, golpeó con gracia la madera del suelo.
Dennis, perplejo, se aproximó con violencia para interrumpir su inminente huida. Sin embargo, su presencia se desvaneció, como si nunca hubiera existido. Era algo distinto a la magia común. No podía intuir siquiera a donde se había dirigido.
Fue entonces que recordó a la ama, dirigió con éxtasis su mirada a la entrada y corrió hacia ella con un creciente nerviosismo que invadía sus adentros.
Abrió la puerta con fuerza.
—¿Todo bien? —Una voz casi inaudible acarició y apagó la alarma que se había prendido en Dennis. Isabella estaba ahí, intacta, con la nariz envuelta en su delicada mano y su expresión aún asqueada por el olor.
Dennis suspiró con una inesperada tranquilidad. No respondió a la pregunta y cerró de nuevo la puerta.
Incumplir la orden de padre y dejar que la ama pudiera salir herida le aterró por leve instante. Se apoyó contra la puerta y tras recobrar un poco el aliento, se acercó a donde el olor se hacía más fuerte. Bajó cada escalón, los cuales chirriaban casi anunciando que en cualquier momento caerían. El profundo silencio se hizo presente y Dennis, sin dudar, abrió la puerta que llevaba a lo que parecía un sótano.
Examinó el sitio, dando fugaces miradas a cada rincón visible desde su posición. El olor se pronunció con más violencia y empezaba a molestar un poco el olfato del mayordomo. Se percató primero del suelo, con manchas rojizas desperdigadas por el lugar; las paredes mantenían señales similares y la sangre impregnada parecía fresca. Pero todos esos detalles eran ínfimos, cada una de esas cosas parecían solamente hechas para realzar con más intensidad lo que se levantaba frente a él. Como un perfecto y cuidado cuadro de horror, con suma, desquiciada planeación que culminaban en algo semejante al infierno bien conocido por Dennis. El mayordomo visualizó con más detenimiento la cruel escena: una larga soga atravesaba todo el lugar y colgadas en ella, como si fuesen pedazos de tela para vestir, yacían pieles humanas.
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Mágico tormento
Mystery / ThrillerUn obligado viaje al mundo humano para romper aquello que los brujos llaman "la corrupción", una enfermedad que amenaza acabar con la vida del padre de Isabella. Mientras se adentra en el mundo real, más misteriosa y peligrosa parece ser la tarea qu...