Lo estaban siguiendo.
Spreen aceleró un poco el paso en la fría noche, no lo suficiente para alertar a sea quién sea que estaba tras él, al principio pensó que solo estaba siendo paranoico, pero después de dar tres vueltas a la misma zona se dio cuenta de que no era solo su imaginación.
Con un vistazo rápido a su inventario se aseguró de tener el hacha al alcance por si se abalanzaran sobre él.
La verdad es que esa maldita Isla nunca le dio buena espina, y Spreen honestamente se maldecía un poco al haber tardado tanto en darse cuenta de que las cosas no estaban siendo normales, culpaba a Roier de eso. El castaño tenía un extraño poder sobre él. Con solo estar cerca suyo, hacía que bajara por completo su guardia. Por suerte era demasiado bobo para darse cuenta y usarlo en su contra.
O eso pensaba... ¿quién diría que era el mismo Roier quién lo había puesto en esta situación? Y sin saberlo, además.
Spreen se trató de convencer muchas veces que el viaje que había emprendido hace solo unos días era de investigación, de exploración, de buscar una salida de ese lugar que los mantenía cautivos. Pero es que la verdad llamarlo un viaje de redención era lo más adecuado.
Y es que, aunque Spreen estaba convencido de que no era "el mismo" quién atacó a Roier esa noche, su ego no le permitía aceptar que estaba de alguna forma siendo controlado y obligado a lastimarlo, se disculpó al día inmediato siguiente, pero aun así sentía que le debía más, llámenlo anticuado.
Sería un viaje corto. Un par de semanas a lo mucho. Después regresaría con la convicción de que había enmendado sus errores y podrían volver a lo que fueron antes.
O incluso a más...
¿Qué tanto podría cambiar en dos semanas?
Un sonido de hojas secas lo sacó de sus pensamientos, ¿en qué momento se habían acercado tanto?
Y esta vez sin dudarlo, Spreen se echó a correr, maldiciendo por lo bajo al escuchar como detrás suyo aceleraron el paso al mismo tiempo.
Trató de dificultar la persecución nocturna colocando bloques y telarañas al azar y esquivando mobs para que atacaran a quién fuera que le seguía, pero al parecer era alguien con mucha habilidad, la distancia entre ellos no había cambiado en absoluto. Aun así, Spreen era rápido, eventualmente podría perderlo de vista.
Aunque no contaba con que jugaran sucio en su contra.
Spreen tropezó y cayó de frente al sentir una especie de tentáculo amarrarse en sus piernas, giró rápidamente solo para encontrarse de frente con un rostro sonriente.
Después de un golpe certero en su nuca, todo se volvió oscuro.
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Lo primero que sintió Spreen, fue frio.
Y lo primero vio al abrir los ojos fue su propio reflejo.
El espacio en el que estaba de pie era limitado, solo un pequeño cubo de cristal u otro material transparente lo suficientemente grande para permitirle girar sobre sí mismo, cosa algo complicada tomando en cuenta la especie de brazo robot que lo sujetaba de la cintura.
Al mirar más allá del cubo en el que estaba y encontrarse con un rostro familiar, Spreen abrió los ojos por completo, sintiendo como toda la sangre de su cuerpo bajaba a sus pies.
- ¡Missa!
Golpeó repetidamente el cristal frente suyo, pero este no cedía, el chico a unos metros suyo, igual dentro de un cubo similar, tenía los ojos cerrados y al parecer no lograba escucharlo.
Acercó su rostro lo más posible al cristal, Missa frente suyo, Mariana y Quackity a cada lado. Puso todo dentro de sí para lograr que su vista se agudizara más de lo normal y poder ver reflejados los compartimentos que no podía ver, contándose el mismo eran ocho en total, y los demás rostros no eran conocidos. Lanzó un suspiró ahogado que lo dejó débil en sus rodillas y le devolvió algo de tranquilidad. Roier no estaba ahí.
- El sujeto 0034 despertó.
Sus orejas se pusieron alerta al escuchar esa voz, un vistazo más a la habitación y se encontró no con uno, ni dos, contó al menos 7 "Cucuruchos" alrededor de una gran consola, uno de ellos mirándolo fijamente.
Solo entonces comenzó ató cabos. Missa y los demás no estaban muertos, más bien estaban dormidos. Congelados.
Unos murmullos entre los seres blancos le dieron la oportunidad de mirar nuevamente su inventario, seguramente le habrían quitado todo lo que representara una amenaza, pero él era listo, quizás dejaron algo que para ellos podría ser inofensivo, pero para él podría representar la diferencia entre ser atrapado o salir de ahí.
Sus dedos rozaron algo suave, y Spreen bajó la mirada con tristeza, sabiendo que no saldría de ahí.
- Capo... - susurró para sí mismo mientras sacaba una única flor roja de su inventario, admirando maravillado como algo tan delicado podía mantenerse con vida en las condiciones tan duras que Spreen le había hecho pasar - Tardaré un toque más en regresar... ¿podés esperarme?
El frio empezó a calar los dedos de sus pies y poco a poco se iba abriendo paso en el resto de su cuerpo, con una última mirada a la flor, apretada en un puño a su costado, dejó que el sueño se adueñara de su ser, congelando de a poco sus pensamientos.
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Criogénico (spiderbear)
FanfictionSpreen no se había ido. Fue capturado por la Federación. Y Roier ni siquiera lo sabía. Lo primero que sintieron, fue frío.