𝐕𝐈

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Wilbur se sentía muy agradecido con el pato y aquel cosquilleo en su estómago volvía una y otra vez cada vez que él lo miraba. ¿Serían esas las malditas mariposas en el estómago? Ese pensamiento era algo raro, nunca había visto a Quackity de esa manera pero ahora… realmente se estaba replanteando todo.

—...Entonces creo que me está empezando a gustar Quackity… ¡Phil! ¿Me estás escuchando?

—Perdón, perdón, estoy viendo las fotos que Missa me envió de Chayanne…

—Ustedes sí se tomaron en serio lo de ser padres…

—¿Qué me estabas diciendo de Quackity? —deja su teléfono y le presta atención.

—Que creo que me gusta. Es complicado… porque nunca vi a Quackity de ese modo… es nuevo.

—Pero, ¿qué tiene de malo que te guste Quackity?

—¡Nada! Pero estoy confundido…

—Sólo déjalo fluir, las cosas se pueden dar.

—¿Crees que puedo gustarle a Quackity?

Philza se quedó pensando: ‘¿Eres ciego o te haces?’, pensó, en todas las veces que el pato se sonrojaba en presencia del castaño, en lo alegre que se veía cuando estaban juntos, en lo feliz que se había puesto cuando el profesor Merlon dijo que ellos trabajarían juntos, como Quackity se esforzaba más después de las clases privadas con Wilbur, ¿y todavía preguntaba si podría ser correspondido?

—Yo creo que sí.

Al día siguiente, fue un poco diferente para Wilbur cuando se encontró con Quackity al llegar a la escuela, ¿su sonrisa siempre fue tan pero tan brillante?, se preguntó. Se sentaron para la clase de Español, mientras él tomaba apuntes, Quackity se distraía, ahora entendía porqué le iba mejor en inglés que en lengua materna.

—Deberías prestar atención, Quackity.

—Tú me vas a explicar después, ¿no es así, Will? —le preguntó con una linda sonrisa.

—Pero tú también debes poner de tu parte —dijo con un falso enojo.

La maestra los escuchó platicando y los corrió del salón y se pusieron a caminar juntos hasta que al pato se le ocurrió ir a la cafetería a comprar. Le faltaba un peso y Wilbur se sintió feliz de decirle que mejor él le invitaba.

—¿Cómo te puede gustar eso? —preguntó al ver el paquete de Takis morados de Quackity, que tenían salsa Valentina y mucho limón. —Te va a dar gastritis.

—Es un manjar, ¿cómo no te puede gustar? —preguntó haciendo énfasis en el no.

—No me gusta mucho el picante —admitió y Quackity se vio ofendido. —No lo puedo creer.

Siguieron caminando y se sentaron en la cancha de fútbol, mientras veían el partido. Se pusieron a hablar de fútbol —no les gustaba a ninguno— y del cómo sus compañeros no podían meter ni un gol cuando ellos ni patear el balón sabían.

—¿Te acuerdas que te dije que tuve unos pedillos con Luzu el otro día? —preguntó, muy serio de la nada y Wilbur asintió. —Yo… te voy a contar, no te burles, ¿eh?

—Vale, vale, no me burlo.

—¿Ya ves que estabas enfermo? —asintió. —Luzu fue conmigo a mi casa, te hice el clado  de pollo… y de la nada se pone a decirme que le gusto y así… —las cosas no fueron exactamente así, se dijo Quackity, pero solo estoy omitiendo algunas partes. Aquellas palabras hicieron que Wilbur se pusiera serio. —Y, y, y a mí no me gusta Luzu y le dije que no, que solo fuéramos amigos pero dijo que no… y lo dije por buena onda pero la verdad no me gusta y ahora me siento un poco mal…

𝐄𝐆𝐆'𝐒 𝐏𝐑𝐎𝐉𝐄𝐂𝐓 | quackburDonde viven las historias. Descúbrelo ahora