Pudimos escuchar el zumbido de la voz de Lalisa mientras hablaba. Casi me daba miedo pensar lo que ella le decía a Jimin, pero él se rio por teléfono y empezaron a hablar como viejos amigos. Él respondió sí, no, y de vez en cuando absolutamente, pero lo dejé para que se defendiera y me acerqué a Taehyung.
Ahora estaba de pie, apoyándose en su escritorio, y yo caminé directamente hacia él, deslicé mi mano por el costado de su cuello y lo besé. Hablé en voz baja para que sólo él pudiera oír: —Ella está tratando de conseguir el dinero.
Me miró con esperanza en sus ojos azules y susurró:
—¿Te vas a quedar?
—Quiero hacerlo. Dios, quiero hacerlo. —Entonces miré a Jimin y le susurré a Taehyung: —Pero si no puede ser... No quiero hacerle daño.
Taehyung tiró de mi cara hacia atrás para mirarlo.
—Y por eso mismo, Kookie, es por lo que quiero que te quedes.
Le di una sonrisa triste. —Yo tampoco quiero hacerte daño —susurré.
Taehyung no dijo nada. Él solo me besó. Lento y suave, con sus manos sosteniendo mi cara, me consumió. Hasta que Jimin habló a nuestro lado. —Bueno, está un poco indispuesto en este momento —le dijo Jimin a Lalisa—. Oh, no, nada de eso. Sólo tiene la lengua en la garganta de Kookie.
—No le digas eso —siseó Taehyung.
Jimin le ofreció el teléfono a Taehyung. —Ella quiere hablar contigo.
Me encogí, y Taehyung tomó el teléfono y se aclaró la garganta. —Kim Taehyung al habla.
Jimin me miró y se rio de la conducta formal de Taehyung, y Taehyung se acercó a la ventana para poder hablar con Lalisa en privado. O ser sermoneado en privado, como probablemente fue el caso.
Jimin me empujó contra el escritorio y me besó. Duro. La diferencia entre ellos todavía me sorprendía, desde la seriedad de Taehyung hasta el paquete de energía de Jimin. Se echó hacia atrás sólo para sonreírme. —Tu amiga Lalisa me quiere.
Me reí. —¿La deslumbraste con tu encanto juvenil?
—Totalmente.
Asentí hacia Taehyung. —¿Debería preocuparme por lo que ella le está diciendo?
—No —dijo Jimin riendo. Luego me besó de nuevo.
Aparté mi cara de la suya y me reí. Tratar de evitar que Jimin besara cuando quería besar estaba resultando imposible.
—¿Lalisa no fue dura contigo?
Sonrió. —Bueno, me dijo que si te hacía daño, me convertiría en el gay más popular de la costa al arrancarme las pelotas. ¿Eso cuenta?