A medida que pasó el tiempo te fui escribiendo, pero también lo fui borrando. Creo que jamás pude encontrar las palabras correctas para referirme a vos o simplemente para expresarte lo que siento. Fuiste mi primer gran amor, mis mejores gestos y las peores decisiones de mi vida las tomé a tu lado. Y está bien. Hace un tiempo quizás te hubiese enumerado todas las razones por las que nuestro nosotros no funcionó, pero no pude. Tampoco te pude odiar y lo deseé con todo mi corazón para que, por lo menos, las cosas fueran más sencillas. Se esperaría más de mí, más rabia o más enojo o simplemente reproches interminables después de entender que no hiciste bien algunas cosas conmigo. Pero sé que tampoco hice bien algunas cosas contigo. Entendí que los dos hicimos lo que pudimos con las herramientas que teníamos y no pude culparnos por eso. Y porque sé que amor hubo, muchísimo. Y cuando voy cabizbaja por la vida aún pienso en si realmente voy a ser capaz de sentir por alguien más la mitad de las cosas que sentí por vos. Pero el tiempo lo dirá, ¿no? Creo que esa fue una de las últimas cosas que me dijiste.
También pensaste que lo nuestro jamás iba a ser un adiós definitivo, y lo fue. Aunque los dos nos tengamos presente de lejitos y un poquito, cada día menos.
No sé si saber de mí va a alegrarte, a romperte el corazón o te va a dar igual. Pero siento que aún tengo pendiente invitarte un último café. Quizás para pedirte perdón por todo lo que no pudimos ser para el otro o simplemente para mirarte a los ojos y no saber qué decirte.
Asumí que siempre supiste que me rompías el corazón con cada mentira, con muchos maltratos, con quererme a ratos. Sé que desconfiabas mucho de lo que sentías por mí, que quizás al final era comodidad y no amor. Que daba miedo de pronto un día saber que ya no iba a tirarme en tu cama por las mañanas ni quemar tardes comiendo chetos de requesón en el patio de tu antigua casa. Pero no fue justo, para ninguno. No sé en qué momento arrancó mi dependencia emocional por vos, pero me hubiese ido a la China contigo si me lo hubieses pedido. Fue difícil porque no supiste entenderlo y sé que te enojaba muchísimo. Tuve ataques de ansiedad en un rincón de mi cuarto en tantas madrugadas que perdí la cuenta. Le imploré a mi madre que te tratara bien porque intentó más de una vez calmar mi angustia y jamás lo logró. Me cuesta dejar la cama algunas mañanas porque mi reflejo en el espejo está lleno de inseguridades que vos ayudaste a construir. Todo aquél que me conoció sabe que si me hubiese quedado, el amor que sentía por vos me hubiese destruido. Marcaste un quiebre en mi vida. Era tan cariñosa y atenta y hoy no puedo dar de mí más que ausencia y desinterés. Y sigue sin ser tu culpa. En casa ya no te nombran, en ningún lugar de hecho. Y casi que lo prefiero. La gente que me rodea ya es otra, no saben quién eras, no saben quién fui, ni la magnitud del amor que sentía por vos y lo vacía que me sentí cuando me alejé de ti.