cap 3

7 0 0
                                    

Harry y Draco se miraron con desesperación y angustia. Estaban atrapados en una situación sin salida. No podían escapar de las cuerdas mágicas que los ataban a las sillas. No podían usar sus varitas, que habían sido robadas por Blaise. No podían pedir ayuda, porque nadie sabía dónde estaban. No podían confiar el uno en el otro, porque eran enemigos.

- ¿Qué vamos a hacer? -preguntó Harry con voz temblorosa.

- No lo sé -respondió Draco con voz ronca-. No tenemos muchas opciones.

- ¿Crees que Blaise vendrá a por nosotros? -preguntó Harry con voz preocupada.

- No lo creo -respondió Draco con voz amarga-. Seguro que ya está lejos de aquí, disfrutando de su botín.

- ¿Y qué hay del ministerio? -preguntó Harry con voz esperanzada.

- ¿Qué hay del ministerio? -repitió Draco con voz sarcástica-. No esperes que vengan a rescatarnos. No saben nada de nuestra misión. Nos han mandado aquí sin ningún apoyo ni respaldo. Nos han dejado solos y a nuestra suerte.

- Entonces... ¿estamos perdidos? -preguntó Harry con voz triste.

- Parece que sí -respondió Draco con voz resignada-. A menos que se nos ocurra algún milagro.

Harry y Draco se quedaron en silencio unos segundos, pensando en alguna forma de salir de su dilema. Pero no se les ocurría nada. Estaban demasiado cansados, doloridos y asustados.

- Oye, Potter -dijo Draco al fin, rompiendo el silencio.

- ¿Qué? -preguntó Harry, mirándolo.

- Hay algo que tengo que decirte -dijo Draco, bajando la mirada.

- ¿Qué es? -preguntó Harry, intrigado.

Draco respiró hondo y levantó la mirada. Sus ojos grises se encontraron con los ojos verdes de Harry. Había algo en ellos que Harry nunca había visto antes. Algo que lo desconcertó y lo emocionó al mismo tiempo.

- Lo siento -dijo Draco, con voz sincera-. Lo siento por todo lo que te he hecho. Por todas las veces que te he insultado, burlado, desafiado y peleado. Por todas las veces que te he odiado, envidiado, temido y... deseado.

Harry se quedó boquiabierto al oír las palabras de Draco. No podía creer lo que estaba escuchando. Era demasiada sinceridad, demasiada confesión, demasiada revelación.

- ¿Qué has dicho? -preguntó Harry, atónito.

- Lo has oído bien -dijo Draco, ruborizándose-. Te he deseado, Potter. Te he deseado desde hace mucho tiempo. Desde que éramos niños, quizás. Pero nunca me atreví a admitirlo. Ni siquiera a mí mismo. Era demasiado vergonzoso, demasiado absurdo, demasiado peligroso. ¿Cómo iba a desear a mi peor enemigo? ¿Cómo iba a desear a un hombre? ¿Cómo iba a desear a Harry Potter?

Draco se mordió el labio con nerviosismo y continuó:

- Pero ahora ya no importa nada de eso. Ahora estamos aquí, solos y sin salida. Ahora puede que sea nuestra última oportunidad de decirnos la verdad. Y yo quiero decirte la mía. Quiero decirte lo que siento por ti. Quiero decirte que te quiero, Potter. Te quiero como nunca he querido a nadie.

Harry se quedó sin palabras al oír la declaración de Draco. No podía creer lo que estaba sintiendo. Era demasiada emoción, demasiada sorpresa, demasiada felicidad.

- ¿Qué? -preguntó Harry, incrédulo.

- Te quiero, Potter -repitió Draco, acercándose lo más que pudo-. Te quiero y te necesito. Te necesito como el aire que respiro, como el agua que bebo, como el fuego que me quema. Te necesito para vivir, para sentir, para ser feliz.

La misión de DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora