Aveces Spreen se preguntaba si había tomado la decisión correcta al volver a la isla.
Mucho mas en ese momento, vagando por los pasillos del inmenso castillo mientras el sonido de la lluvia opacaba sus pasos y los truenos el eco de sus bostezos.
Bajó las escaleras del castillo lento y somnoliento, temblando al sentir el suelo frío en sus pies descalzos.
Había despertado a media noche con la cara de Roier enterrada en su pecho.
Sintió el frío en su espalda y buscó con su mano un tercer cuerpo. Suspiró agotado cuando no lo encontró.
Cellbit aveces podía ser un tema serio, mucho más cuando se trataba de sus puzzles y acertijos.
Gruñó al verlo desplomado sobre la mesa, una taza de café a medio beber en su mano y una pluma en la otra.
Los libros con escrituras yacían dispersos sobre la gran mesa, diversos códigos y anotaciones eran iluminados por la vela a medio consumir a su lado y su flama bailaba ante la suave respiración del joven.
Spreen susurró una maldición para sí mismo, meciéndolo suavemente. —. Cellbit... — Llamó, tomando con su otra mano la taza de café, alejándola a través de la mesa. — Che pá, tenés que volver a la cama, te vas a congelar acá abajo.
Los adormilados azules del mayor se abrieron, observando al oso desde su silla, sonriéndole. —. Oi. — Susurró con voz ronca mientras se incorporaba, Spreen negó e imitó su sonrisa, besó su cabeza y procedió a juntar los papeles sobre la mesa. — ¡Não! — Cellbit detuvo sus manos con la apropias. — ¡Aún no termino! — Mencionó.
— Sí, ya terminaste y nos vamos a la cama. — Decretó sin rodeos.
Le vio abrir y cerrar la boca varías veces, buscando las palabras correctas para expresarle su sentir en el mejor español que pudo. —. Por favor osito... — Spreen se aguantó la risa, aquel apodo que Roier le había contagiado y que poco a poco Cellbit aprendió, era una debilidad. — He trabajado toda la noche, ya casi termino este informe, tenho que resolver isso.
— Gato, no te hagás el piola, dijiste eso mismo antes que Roier y yo nos fuéramos a dormir. — A pesar de su tono, la media sonrisa que asomaba en su rostro dejaba un ápice de esperanza en Cellbit quien obstinado acabó de beber lo que restaba en su tasa de un sorbo. — ¡No! ¡pará! — Divertido, le quitó el tazón de las manos, alejándola de sus labios.
— ¿Pero por qué meten tanto ruido chingada madre? — Ambos voltearon, viendo a Roier descender de las escaleras.
Su cabello despeinado y la manta que llevaba a rastras le daban un aire encantadoramente hogareño que Cellbit amó y Spreen anheló.
— Roier, ayúdame a llevarlo a la cama. — Pidió, sin embargo la mirada del chico analizó a ambos de pies a cabeza, luego las hojas sobre la mesa y la vela a medio consumir.
Caminó aletargado hasta Spreen y dió un vistazo al tazón que tenía entre manos antes de quitárselo. —. ¿Latte con tres de miel? — Preguntó con los ojos fijos en su opuesto y el mismo soltó un gruñido derrotado antes de dejarse caer en la silla junto a Cellbit.
— Cuatro de miel y ponele leche de almendras. — Roier asintió y cubrió a ambos con la manta que llevaba, dejando un cálido beso en la mejilla del oso y otro en la frente de un sonriente Cellbit. — A él traele leche. — La sonrisa se transformó en un puchero que fue opacado por un corto beso en sus labios. — Vos no tomás más café hasta mañana. — El joven asintió, acercando su silla con emoción. — Va, decime que te complica a ver si te ayudo.
Cellbit rió entre dientes y procedió a explicarle la combinación de códigos a Spreen quien, a pesar de no comprender demasiado, daba una que otra idea que agilizaban la mente del mayor. — Meu Deus! Como não pensei nisso antes?! — Soltó mientras su lápiz se movía ágil por la hoja.
— Caralho irmão agora sem entendo! — Bromeó Roier, sacándole una carcajada silenciosa a Spreen y una sonrisa a Cellbit mientras depositaba ambos tazones en la mesa.
— Vení. — Invitó el oso, haciéndole un lugar bajo la manta que el chico no tardó en aceptar. — ¿Vos no tomás nada? No vas a aguantar.
Negó. —. El castigo de Cellbit por desvelarnos es llevarme en brazos cuando me duerma.
— Ahh! Apoco sí Tilín. — Respondió, ganándose un sonoro "Hey!" por parte de Roier, anotando la primera letra del enigma recién resuelto.
Spreen suspiró el aire húmedo de la madrugada y cerró los ojos, relajándose ante el sonido de la leña que Roier había dejado consumiéndose en la chimenea, acurrucándose gustoso cuando la miel del café acarició su lengua y su corazón se llenó de la cálida presencia de sus amantes.
Y fue cuando supo que había tomado la decisión correcta al volver a la isla.
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Café a Medianoche [Sprobit oneshot]
RomanceEn una noche fría de invierno y teniendo que lidiar con un obstinado Cellbit, Spreen se pregunta si fue buena idea volver a la isla.