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Sumida en la oscuridad, la ciudad de Dorcha se preparaba para el festival más importante del último día.
Los pueblerinos correteaban ajetreados de un lado a otro por los caminos de ladrillo gris, con las manos ocupadas, pegando voces al aire. ''¡Aparta tarugo!'', ''¡Deja pasar maldito ciego!''. Las bocinas de los coches no se quedaban atrás, los conductores frustrados hacían señas ofensivas con las manos como si ello fuese a acelerar el tráfico. El mundo tenía prisa.
Solais observaba todo ese jaleo a través de la ventana empañada del autobús; sus ojos veían una ciudad de cielo nublado, de musgo... y de escolopendras. De edificios grises y deprimentes, entre los ladrillos de los cuales habitan insectos de mil patas, revolcándose entre las grietas húmedas de piedra. De personas que excusan su mala educación con que son todos como familia, que es una ciudad pequeña.
De pronto apareció la Biblioteca Inntinn en su campo de visión, otro edificio viejo del montón pero con largas y estrechas cristaleras que le daban un toque diferente; enfrente tenía una pequeña fuente redonda de la cual surgía la estatua del padre Fundador. Se bajó en la parada entre empujones y corrió hacía la entrada de grandes puertas de madera abiertas.
—¡Llegas tarde!
Irónicamente la bibliotecaria no era la mujer con la voz más delicada.
—Llego a la hora justa.
—¿Hora justa? ¡Hoy tenemos visita, Solais! ¡Visita!— la última palabra la exclamó en un susurro, sus ojos brillantes se habían fijado en algo, o más bien alguien, a las espaldas de la jóven.
Un varón blanco, alto y delgado, con un porte elegante se acercaba hacía ellas. Vestía un abrigo clásico, pantalon plano de vestir, zapatos resplandecientes; a excepcepción de la impecable camisa blanca incluso el cabello bajo el sobrero de bombín era negro. Hizo una reverencia.
—Señorita Campbell. Y señorita...
—Solais.
—Solais, que nombre tan precioso. ¿Viene del latín? Sin duda resplandece como un Sol de verano. —dedicó una mirada a Donvina y como nadie sabía qué responder, soltó una carcajada que pareció más un bufido.— Disculpen.
—No se preocupe señor Brennan, es un placer tenerlo aquí.
—Es un placer estar aquí.— su voz era calma, como la de una película de los años cincuenta.
Donvina entonces le dio unas palmadas a Solais señalando la pila de libros sin organizar y ella comprendió la indirecta.
—Será mejor que vuelva al trabajo. Bienvenido a la ciudad señor Brennan.
Intercambiaron sus mejores sonrisas y se alejó pensativa.
«Brennan... ¿Será el escritor anónimo Sullivan O'Brennan?... Pero si fuera así, ¿por qué iba a revelar su identidad a una simple bibliotecaria y su ayudante?»
Observó cómo conversaban apasionadamente sobre un tema que le era ajeno, Donvina le enseñaba la biblioteca orgullosa como si ella misma la hubiese construido. Algo, parece que un mensaje, cambió repentinamente el rostro contento de la mujer a uno preocupado. Comenzó a disculparse con el hombre y Solais supo que tenía que apresurarse hacía ellos de vuelta.
—Solais, sé tan amable de terminar la excursión . Ha surgido un imprevisto, lo siento mucho de veras señor Brennan.
—No se preocupe. Para la próxima llameme Sullivan.
Sonriendo como una chiquilla enamorada, dejó la biblioteca por la puerta principal. Solais consideró sus palabras antes de hablar.
—Estoy segura que la señorita Donvina le dejó en claro lo única que es Inntinn, pues es realmente la única biblioteca en la ciudad.
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la ciudad oscura en la oscuridad .
HorrorSucesos de lo mas extraños ocurren en Dorcha, un pequeño pueblo escondido en las profundidades de Escocia. Nadie a parte de Solais parece notarlos. Detrás de los ojos como dos gotas de petroleo, ¿qué esconde aquel enigmatico escritor visitando la b...