El viento azota a sin piedad las ramas de los árboles, y su
terrible rugido envolvía implacablemente la granja, que
soportaba las sacudidas con heroísmo, dejando escapar
sólo algún crujido ocasional en las embestidas más fuertes.
El cielo estaba totalmente despejado, pero no había luna, y
ello hacia que la noche fuera especialmente oscura.Los habitantes de la casa dormían tranquilos. Había habido
otras noches como aquella en su inhóspita tierra, y sabían
que el techo no se desplomaria sobre sus cabezas. Sin embargo,
los animales si estaban inquietos. Su instinto les decía que
aquella no era una noche como las demás.Tenían razón.
Justo cuando las paredes de la casa volvían a gemir quejándose
de la fuerza de el viento, un repetido grito rasgó los sonidos
de la noche.
Y pronto la granja entera estaba despierta, y momentos más
tarde un zagal salía disparado hacia el pueblo, con una
misión muy concreta: su nuevo hermano estaba a punto de
nacer, y había que avisar a la comadrona lo antes posible.En la casa reinaba el desconcierto. La madre no tenía que dar
la luz hasta dos meses después, y, además, sus dolores estaban
siendo más intensos de lo habitual. Ella era la primera asustada:
había traído al mundo cinco hijos antes de aquel, pero nunca
había tenido que sufrir tanto. Algo no iba bien, y pronto la
granja se temió por la vida de la mujer y el bebé.La comadrona llegó resoplando veinte minutos más tarde,
y todos se dieron prisa en dejarle pasar y a dejarle a solas
con la mujer, tal y como ella exigió. La puerta se cerró tras
las dos mujeres.Fuera, el tiempo parecía hacerse eterno, y la tensión se
podría haber cortado con un cuchillo, hasta que finalmente
un llanto sacudió las entrañas de la noche, desafiando al
rugido del viento.-¡Mi hijo! - gritó el padre, y se precipitó dentro de la habitación.
La escena que vió lo detuvo en seco a pocos metros de la cama.
La madre seguía viva; agotada y sudorosa, pero viva. A un lado,
la comadrona alzaba a la lloros a la bebé entre sus brazos y la
miraba fijamente, con una rara expresión en la cara.Era una niña de profundos ojos azules y cuerpecillo diminuto
y arrugado. Un único mechón de cabello negro adornaba una
cabeza que parecía demasiado grande para ella.-¿Que pasa? - preguntó la madre, intuyendo que algo no marchaba
bien-. ¿No está sana?Ninguna de las tres prestaba atención al hombre que acababa de
entrar. La vieja se estremeció, pero se apresuró a tranquilizarla:-La niña esta bien.
Jamás contó a nadie lo que había visto en aquella mirada azul
que se asomaba por primera vez al mundo.La llamaron Dana, y creció junto a sus hermanos y hermanas como una más. Aprendía las cosas con rapidez y realizaba sus
tareas sin berrinches. Como la supervivencia de la familia,
invierno tras invierno, dependía del trabajo conjunto de todos
sus miembros, la niña pronto supo cuál era su lugar y entendió
la importancia de lo que hacía.Nunca la trataron de forma especial y, sin embargo, todos podían
ver que ella era diferente.Lo notaron por su carácter retraído y en su mirada grave y pensativa. Además, prefería estar sola a jugar con los otros
niños, era silenciosa como un gato y apenas hablaba.Hasta que conoció a KAI.
Dana tenía entonces seis años. Aquel era un día especialmente
caluroso, y ella se había levantado temprano para acabar su
trabajo cuanto antes y poder pasar sentada a la sombra las
horas de más sol. Estaba recojiendo frambuesas para hacer
mermelada cuando sintió que había alguien tras ella, y se giró.-Hola - dijo el niño.
Se había sentado sobre la valla, y la miraba sonriendo.
Dana no lo había oído llegar.Tendría aproximadamente su edad, pero la niña no recordaba
haberle visto por los alrededores, así que lo estudió con atención.
Estaba muy delgado, y el pelo rubio le caía por los hombros en mechones desordenados. Con todo, sus ojos verdes brillaban
amistosos, y en su sonrisa había algo que inspiraba confianza.Si embargo, Dana no respondió al saludo, sino que dio media vuelta y siguió con su trabajo.
-Me llamó Kai - dijo el niño a sus espaldas
Dana se volvió de nuevo para mirarle. Él sonrió otra vez. Ella lo
miró con cautela, sorprendida. ¿Quién era ese chico? ¿Por qué
se dirigía a ella como si se conocieran de toda la vida? ¿Qué buscaba allí? Después de un breve examen, sin embargo, no vio
en su cara nada más que una amigable sinceridad. Sus ojos
verdes seguían fijos en ella, y había algo en ellos...¿Una invitación?
Dana tuvo la impresión de que estaban cargados de promesas,
y sintió de pronto el deseo de cruzar el umbral y de tender un
puente entre los dos. Por una vez, se dejó llevar por su instinto
y rompió la barrera que se alzaba entre ella y el resto del mundo.-Yo soy Dana - dijo finalmente, y sonrió también
Aquel fue el comienzo de una gran amistad....
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CRÓNICAS DE LA TORRE I (el Valle De Los Lobos)
SpiritualEra una chica normal que tenía familia pobre pero buena y de repente su vida cambió La historia está basada en un libro de Laura Gallego García