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—¿Una vez más contemplando el mundo de los mortales?— la llegada de Hermes no lo sobresaltó, pero sí lo hizo apartar la vista del balcón en el que yacía para voltear a verlo —acabo de regresar de recolectar algunas almas y nada ha llamado mi atención, pero es evidente que tú has encontrado algo fascinante— el dios de los ojos azules inclinó su cabeza con curiosidad, sin comprender del todo la verdadera razón que impulsaba a Apolo a mantener su interés siempre en aquel sitio.

—Ah, no es nada importante— se encogió de hombros el mayor, estirándose un poco —en estos días no hay mucho que hacer, así que solo me dedico a curiosear un poco aquí y allá— se excusó con una voz que sonaba demasiado convincente para Hermes, quien optó por no indagar más en el asunto.

—Bien, será mejor que me retire. Desafortunadamente, yo no tengo la suerte de tener descansos— Hermes sonrió con amabilidad, despidiéndose de su hermano mayor con un gesto de manos antes de desvanecerse veloz como un relámpago.

Aprovechando la partida de Hermes, Apolo volvió su mirada hacia el mundo mortal, posándola en la ciudad de Argos con cierta  fascinación. Sin embargo, su contemplación se vió interrumpida al percatarse de que Elia ya había ingresado al palacio, lo que lo hizo suspirar con pesadez.

Un sentimiento de resignación se apoderó de él mientras pensaba en que las cosas serían mucho más sencillas si tan solo tuviera el coraje de acercarse a ella.

Con sumo cuidado, se deslizó entre los muros del palacio. Allí, en el interior, se encontraban reunidos varios hombres procedentes de diversas ciudades, todos ellos potenciales candidatos para sus hermanas mayores. Ajena a las miradas que la rodeaban, se abrió paso entre la multitud, decidida a darse un merecido baño tras haber caído en un charco de lodo cerca del bosque. Calix la seguía de cerca, jadeando con alegría y agitando su cola como una señal de felicidad.

Los pies descalzos de Elia apenas rozaban el suelo, como si temieran captar la atención de los allí presentes. A pesar de su silencio, notó una mirada incisiva clavada en ella desde la distancia, y supo al instante que era su "padre" quien la observaba con severidad. Elia aceleró el paso, sin hacer ruido alguno, queriendo borrar su presencia de aquel lugar antes de que el hombre pudiera lanzarle una nueva mirada que la hiciera temblar de miedo.

Al fin en la privacidad de sus aposentos, se sumergió en un baño reparador que le devolvió la frescura. Una vez terminado, se acercó a la ventana de su habitación y se asomó con curiosidad, tratando de vislumbrar cualquier señal. Escudriñó el paisaje con la mirada, desde el cielo despejado hasta las sombras de los árboles, como si buscara encontrar alguna respuesta a sus inquietudes.

𝐊𝐀𝐋𝐎𝐍《𝐀𝐏𝐎𝐋𝐎》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora