Capítulo 1

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El pueblo de Santa Bárbara tenía un letrero que daba la bienvenida a cualquier turista que desee probar los mejores pasteles rellenos de dulce de leche de la región.

Luna se apoyó en el letrero, sus piernas ya no pudieron resistir más su peso y cayo arrodillada al suelo. Parecía una pobre desgraciada pidiéndole clemencia al dios letrero.

Luna se quedó un poco más de tiempo arrodillada, estaba tan cansada. Había perdido la cuenta de cuánto tiempo llevaba caminando sin un rumbo fijo y se bebió su última gota de agua hace veinte kilómetros. La suave brisa fue más que bienvenida. La noche hizo su entrada dándole una patada al sol en su cálido trasero.

Luna se levantó. Permanecer en el suelo no iba a resolver nada. El letrero decía: "Nosotros siempre le damos la mano a quien más lo necesita".

—Ojalá sea verdad — se dijo a sí misma. Las únicas que pudieron escucharla fueron unas ratas que pasearon por ahí.

Luna entró al pueblo. Una densa niebla le impidió ver por dónde estaba caminando. Lo cual fue contraproducente para sus zapatos. Los perros estuvieron haciendo sus necesidades por todos lados. Las pocas casas que podía ver estaban pintadas de un color estéril. Gracias a la niebla, el pueblo se veía más deprimente de lo que el letrero prometía.

—Solo tengo que mantener la mirada fija en... ¡Carajo!

Luna se golpeó la rodilla con la fuente. Las rodilleras que llevaba puestas no hicieron nada para protegerla. Luna ignoró el dolor al ver el agua de la fuente. Se quitó el casco y sus guantes. Llenó sus manos de agua y bebió un poco.

De los cinco bichos que metió involuntariamente a su boca, Luna se tragó tres y escupió uno. El último fue caminando por el túnel rosado. La curiosidad consiguió vencerlo.

—El agua está infestada de insectos.

Luna siguió bebiendo. No estaba en el momento de pedir demasiado. Siguió bebiendo hasta que un aroma delicioso captó su nariz. Cerdo asado. El estómago de Luna gruñó con ganas. Se alejó de la repugnante agua y corrió hasta que se golpeó con un trozo de madera.

Era un cerdo sosteniendo sus entrañas en un plato. Detrás del animal de madera se encontraba un restaurante llamado "El cerdo degollado". Una propiedad de dos pisos con un techo de paja y un tallado de madera. Las puertas y las ventanas estaban cerradas, con las cortinas bajadas.

El restaurante también era un albergue dónde se podían alquilar habitaciones para pasar la noche.

—Ya era hora de que tuvieras un poco de buena suerte, Luna — se dijo a sí misma.

No había ningún letrero de "cerrado" en el local. El único letrero pegado era el menú: Estofado de cerdo asado con papas doradas y ensaladas fresca, una taza de café y una rebanada de pastel de chocolate. El solo imaginar el festín que iba a consumir hizo que su estómago gritara, como si fuera un animal hambriento: Si no me das algo de comer de inmediato me tendré que hacer un festín con tu hígado.

Luna tenía tanta hambre. No recordaba cuando fue la última vez que había comido algo decente. La última comida que tuvo, la tuvo que cazar. Atrapó a una lagartija, la puso en dos piezas de pan duro y le dio una buena mordida. No estaba mal. Sin embargo se le había olvidado de un pequeño detalle: No había matado al animal antes de comérselo. Luna siguió comiendo. No le quedaba más remedio.

Luna trató de alejar esos pensamientos de la cosa. Son cosas del pasado. Hay que pensar en el presente, y en su presente hay un delicioso plato de estofado de cerdo.

Acercó la mano a la perilla para abrir, cuando el grito de una chica la hizo detenerse. Ella no era la única que se encontraba dentro.

—¿Quieres ponerle el maldito calcetín en la boca? Me está lastimando los oídos.

—No, no quiero. Me gustan más cuando gritan. Hacen que mi amiguito se sienta un poco más activo.

—Por eso vas a hacer el último. Los demás preferimos el silencio.

Luna se puso pálida. Tres sujetos estaban a punto de abusar de una joven. No podía permitirlo. Revisó en su cinturón, su espada seguía ahí. Luna no lo pensó dos veces y abrió la puerta.

No eran tres personas. Eran diez.

Luna se preguntó si había otro lugar donde vendían estofado de cerdo.

LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora