HISTORIAS DE LA MOCHILA MÁGICA. EPISODIO 4. LA EXCURSIÓN

HISTORIAS DE LA MOCHILA MÁGICA

EPISODIO 4. LA EXCURSIÓN

Capítulo 1

Después de tres meses de espera había llegado un día muy especial para Diana, el día en el que viajaban a la capital para visitar el Museo de Arte y lo más importante para ella, el día que visitaban el Parque de Atracciones.

Diana se había ataviado con su indumentaria favorita, unos vaqueros con la pegatina de una mariposa en el bolsillo de atrás y una camiseta azulona en la que se podía leer la palabra "HAPPY" y que resaltaba el color arena dorada de su piel.

En el bolsillo personal de su pequeña mochila roja, la Mochila Mágica, guardó el agua, los bocadillos y una bolsita con nubes dulces.

Llegó la primera a la parada del autobús y esperó impaciente hasta que apareció el último rezagado de sus compañeros, Carlitos, el más dormilón.

Cuando el chofer abrió las puertas del autobús se produjo una estampida de los jóvenes que buscaban ser los primeros en subir y apoderarse de sus sitios preferidos.

Rubén ocupó su asiento y dejó libre el de la ventana, el favorito de Diana, pero cuando se abrochaba el cinturón comprobó atónito que Diana se sentaba frente a él pero en el otro asiento que daba al pasillo.

- Pero qué haces, me pediste que te guardase el asiento y a pesar de que yo ya tenía planes para sentarme con Felipe, lo he reservado para ti. Y ahora tú te sientas ahí y yo tengo que viajar solo. Creo que eso no se hace a un amigo, le reprochó enfadado Rubén.

- No ves que estoy con Adrián, este sitio estaba libre, ahí esperándome, respondió Diana muy bajito, para que Adrián, su amor platónico no la escuchase.

- Pero cuando vas a darte cuenta de que no te hace ni caso.

- Eso no es cierto.

Mientras Diana y Rubén discutían, tras apenas unos kilómetros de viaje el autobús se desvió a una zona de servicio y se detuvo.

- Qué ocurre preguntó Diana preocupada.

- Al parecer el conductor está indispuesto y tiene que venir otro.

- Cómo, ahora hay que esperar, exclamaba Diana.

- Tendrías que ser un poco más empática con ese pobre hombre enfermo, no crees.

- No te das cuenta de que si llegamos muy tarde sólo nos dará tiempo de ver ese aburrido Museo y no podremos ir al Parque de Atracciones.

Al cabo de un buen rato el nuevo chofer llegó y la cara de Diana al fin cambió de expresión, se volvió hacia el otro lado y le dedicó toda la atención a su querido Adrián que a su vez miraba ensimismado por la ventana.

Al poco tiempo, el autobús de nuevo se detuvo.

- Y ahora qué ocurre, preguntó Diana desesperada.

- Una avería.

- No puede ser, esto suena muy mal, parece una maldición.

Todos bajaron del autobús, el chófer comenzó a mirar el motor, por un lado, por otro. Diana observaba todos sus movimientos hasta que al fin no pudo más y se acercó para saber el alcance del problema.

- Pues...no sé, explicaba el hombre parsimonioso. Tal vez no podamos seguir.

- Cómo que no, se lamentaba Diana impotente.