𝗣𝗘𝗥𝗦𝗜𝗔𝗡𝗔 𝗔𝗠𝗘𝗥𝗜𝗖𝗔𝗡𝗔 | 𝗠𝗔𝗥𝗞𝗠𝗜𝗡

005

Jaemin se encontraba cenando lo mismo de siempre.

Cereales con leche caliente.

Y muy caliente.

En una de esas se percata de la vibración que proviene de su teléfono, era su hermana que por fin lo estaba llamando.

– ¡Nana! Mi pequeño, ¿Cómo estás? ¿Estás cenando? ¿Cómo te ha ido en casa?– Se sentía en la otra vía del teléfono. Jaemin se le hacía difícil responder todo eso, así que solo respondió con un: “Está todo bien, tranquila.”

Yeri siempre tenía la costumbre de llamar a su hermano, para ella, el lo era todo, tuvo que prácticamente criarlo y mostrarle el nuevo mundo que debía conocer, cambiar sus pañales, darle de comer, entre muchas cosas más.

– Nana, te traigo una invitación. Pero no le digas a mamá, ¿Va? – Yeri tenía la voz en bajo para que nadie se pueda percatar de su presencia.

– ¿Cómo crees que le diría? Si lo hago me mataría, probablemente. – La hermana no lo dejo hablar y siguió con su plan.

– Escúchame, ¿mañana puedes salir? –

– Dudo mucho, hoy debo salir en la noche.

– Averiguo, ¿Una cita? –

– No, y espero que no lo sea. – Dijo Jaemin avergonzado, para el no era una cita, pero no sabe si para Jeno si lo es.

– Está bien, no cuelgues. – Yeri dejó el teléfono en su mesa y Jaemin pudo sentir pequeñas voces entremedio que provenían de una charla.

– Ya estoy aquí, ya pude hablar con el jefe. Mañana iré a tu casa. – Jaemin quedó estático por un momento, no le quedaba más que aceptar.

– Nos vemos mañana, cuídate mucho. Recuerda ponerle pestillo a la puerta antes de dormir, ¿Está bien? – Dijo Yeri preocupada, Jaemin se despidió con un vago “adiós” y cortó.

Despegó la vista hacía su teléfono y se concentró en el reloj que estaba a punto de marcar a las 12.

¿Cómo carajos pudo pasar tan rápido la hora?

Agarró su tazón y fue corriendo a la cocina para lavarlo y dejarlo estilando, mientras que después agarró su mochila y fue directo a la casa de al lado.

Se veía como la primera vez, la misma puerta y las mismas plantas. Era el lugar en dónde se había enamorado de Jeno.

Le palpitaba mucho el corazón por lo que antes de tocar a la puerta tomó un poco de aire y después de exhalar golpeó.

Aún no salía nadie.
Volvió a tocar.
Y nada.

Jaemin esperó un poco pero aún no salía nadie, por lo que decidió devolverse.

Pero cuando antes de que eso pasará, alguien abrió la puerta.

– ¡Hola! ¿Tú debes ser Jaemin? – Habló un chico alto, con ojos radiantes como la luna, su pelo era castaño intenso y para que decir de más, era precioso.

Jaemin sólo lo miró por un buen rato admirando su belleza.

– Oh si, soy Jaemin, ¿se encuentra Jeno? – Dijo tartamudeando. Jaemin nunca puede realizar ese tono de voz, pero ahora era inevitable, se había enamorado de otra persona, otro pecado más a la lista.

– Si, entra, estás en tú casa. – Hizo pasar al menor con un agradable gesto dándole una cálida bienvenida al hogar.

– Jeno probablemente ya esté por llegar, pero dime, ¿quieres algo? No lo sé, ¿leche? ¿infusión? –

– Lo siento, soy alérgico a las infusiones, pero un vaso de agua no estaría nada mal. – Jaemin siempre era muy cortéz cuando estaba en casa ajena, sobre todo ahora, se encontraba con el nuevo amor de su vida.

El mayor le tendió el vaso con agua a Jaemin mientras los dos se sentaron en el sillón esperando a Jeno, sobre todo Jaemin, estaba ansioso de que cruzara la puerta y que sus ojos de medialunas aparecieran.

– Soy Mark, es un gusto conocerte. – Le tendió la mano por lo que el menor aceptó. Digamos que estaba sintiendo un carnaval dentro de su cuerpo, las mariposas, la taquicardia y el sudor no tardaron en llegar.

– Dime, ¿en dónde vives? –

– Justamente al lado. Que sorpresa, ¿no? –

– ¿Sorpresa? – Un largo silencio se hizo presente.

– Después lo sabrás. –

Después de charla y charla, los minutos se fueron alejando y llegaron las 1 en punto.

Alguien abre la cerradura de la puerta principal dejando ver su cuerpo completo entrar.

Una preciosa silueta apareció dejándolo ver completamente.

Era él.

– Bienvenido, querido Jaemin. –