05 - Axelle

921 71 56
                                    

El irreconocible olor a hospital, medicina, hombres y mujeres vestidos de blanco y un ramo de flores entre las manos de Joscelyn era la tierna escena que lograba causar una leve carcajada en Paulina, hermana de quien se encontraba hospitalizada y que hoy ambas venían a visitarla.

—Creí que la odiabas— Pau alzó divertida las cejas mientras se cruzaba de brazos, era obvio que trataba de molestarla y lo estaba logrando. Ni si quiera Joscelyn sabía porqué se le pasó por su mente comprar un ramo de flores para Alejandra.

—No, no la odio. Odio su insistencia. Además, está hospitalizada. ¿No puedo ser un poco considerada, al menos?— Rodó los ojos.

—Si, si. Claro. Considerada.— una carcajada trataba de escapar de los labios de Paulina, quien se estuvo conteniendo desde que acordaron venir a visitarla al hospital.

Habían pasado ya algunos días, tal vez cuatro o cinco, Alejandra se encontraba remotamente bien, pero había algo en ella que no convencía del todo a los médicos. Era terca, parecía que no quería mejorarse. A menudo insistía en que estaba bien y trataba de quitarse los múltiples parches y curaciones que tenía al rededor de sus brazos y su rostro, asegurando que se sentía bien y quería ir a casa.

Lo único que la mantenía ahí era su posiblemente pésimo desayuno y merienda gratis. O quizá su dura cama que también lo era, en dónde podía dormir todo el día.

Pau fue todos los días a visitarla cada que podía, pero esta vez decidió traer a Joscelyn con ella. Tal vez eso la animaría más.

—¿Familiares de Alejandra Villareal Velez?— preguntó el uniformado de blanco, un hombre algo viejo con un Rolex en su muñeca, el doctor que llevaba la supervisión de Ale.

Joscelyn y Paulina se levantaron a la par apenas escucharon el nombre. El mayor se quedó algo confundido al ver el ramo de flores entre las manos de aquella chica. Quien solo pudo reaccionar de manera torpe tratando de ocultarlas tras de ella.

Cuando estaban apunto de entrar en la sala, le dijo —Las flores siempre los animan, créeme.— con una leve pero amable sonrisa. Joscelyn asintió algo apenada y cerró la puerta a sus espaldas.

El típico sonido del aparato que medía las pulsaciones de su corazón se hicieron fuertes y presentes. Era regular.

—¿Qué, te moriste o estás dormida?— Dijo Pau con sarcasmo tocando secamente su brazo, pero un quejido interrumpió su broma.

Abrió los ojos suavemente y cunado vió a Joss, todo lo que pide decir fue —¿Joscelyn? ¿Acaso me morí o, ¿por qué veo ángeles?— comenzó a reír incontrolablemente, su halago fue pésimo y lo sabía.

—Realmente me arrepiento de traerte esto— Con un leve sonrojo Joscelyn se dirigió a su mesita de noche para poner las flores dentro de un florero que posaba sobre el.

—Awww. No lo puedo crer, me trajiste flores?!— dijo emocionada, pero apenas se movió un poco soltó un leve quejido.

—No hagas esfuerzos, el doctor dijo que tu cuerpo aún sigue muy débil por el impacto. Recuperarte te costará mucho esfuerzo. Ahora solo debes de descansar, estás en reposo— Dijo Pau.

—Ya me quiero ir de aquí, no sabes lo aburrida que estoy.— Dijo Ale. —Por cierto, a tí— señaló a Joss. —te debo una graaan explicación.— agregó. Joscelyn tomó asiento en el pequeño sofá que se encontraba justamente enfrente de la camilla, esperando su explicación de brazos cruzados.

—Dejaré que hablen entre ustedes, yo no tengo nada que ver aquí, así que iré por un café.— Pau se levantó del mismo sofá y se marchó. Dejando a Joss y Ale completamente solas y en silencio. A no ser por el ruido del la aparato que registraba sus ritmos cardíacos en forma continua. «Tit.. tit..»

BEGGING FOR MOREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora