- NARRA ZOÉ -

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Abrí poco a poco mis ojos, de inmediato mis fosas nasales fueron inundadas por aquel agradable aroma, así que rápidamente supe de qué se trataba, Y es que mi madre me había acostumbrado tanto a ese aroma, qué era imposible no saber de qué se trataba.

- buenas noches, bella durmiente…, por fin se digna a Despertar la señorita – opina mi madre-
- Ha, ha, ha, buenas noches, Reina Olivia, es un placer para mis ojos deleitarse con tanta belleza – dije –
- Lo sé, soy demasiado hermosa para este mundo – dijo en tono burlesco –
- ambas reímos, hasta que un sonido logro hacer que paráramos nuestras carcajadas, aquel sonido provenía de la cocina. El postre ya está listo – dijo mi madre – ella se movió de su lugar caminado rumbo a la cocina, acción que yo repetí. Ambas entramos a la cocina, mi madre fue por guantes térmicos y luego se dispuso a ponerlos en sus manos, abrió el horno y de el saco una refractaria que contenía un apetitoso postre. Tomo un cuchillo especial junto con una espátula para cortar aquel postre, me sirvió en un plato, y a ella en otro, comenzamos a degustar aquel apetitoso postre, yo solo hacía ruidos de mmmm haciéndole saber a mi madre cuanto disfrutaba de este.

-¡maaa! Que delicia – deje salir en un aludido –
- que bueno que te guste mi amor – dijo ella demostrando una sonrisa de oreja a oreja –
- obvio que me gusta maaa, todo lo que haces me gusta. – pronuncié-
Ya habían pasado unos minutos desde que ambas habíamos terminado de comer nuestro postre. Ya mi madre se había ido a dormir, y yo me encontraba en mi habitación recostada en mi cama inflable bajo algunas sábanas para hacer lo mismo que ella. Mientras comía con mi madre hablábamos de diversos temas, y ella me comentó que mañana vendría un equipo de hombres a ayudarnos a poner las cajas, que contenían nuestras pertenencias en un carro de acarreos, a lo que simplemente acepte sin ningún disgusto. Nuestras pertenencias llegarían primero que nosotras a nuestro nuevo hogar, yo iría con mi madre en su auto, algo que me parecía lo más sensato después de tanto trabajo tedioso.

Me comencé a quejar por aquellos rayos de sol que entraban por la ventana. ¡Joder! Como odio esto, ¿por qué no pueden aparecer después? Jodidos rayos… - dije en un gemido poco audible- luego de acabar con mi reproche hice silencio y escuche como movían cosas, de inmediato supe de qué se trataba, eran las personas encargadas en ayudarnos a mover todo a nuestro nuevo hogar, así que simplemente me dispuse a tapar mi rostro con las sábanas para continuar durmiendo con mi ceño fruncido.

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