Durante toda mi vida, nunca fui una persona que tuviera muchos amigos. Mi única amiga, Lyanna, siempre estuvo a mi lado, lo que me hizo sentir cómoda y no necesité buscar más compañía. Sin embargo, a diferencia de mí, ella era extrovertida y se desenvolvía sin dificultad en el ámbito social. Siempre recibía invitaciones a cualquier lugar, mientras que yo pasaba desapercibida entre los demás, como si fuera invisible.
Todo cambió cuando pasamos a la preparatoria, y cada una de nosotras tuvo que ir a escuelas diferentes para seguir nuestros planes académicos. Aunque seguíamos siendo mejores amigas, nuestro único medio de comunicación era el teléfono.
Estaba decidida a hacer nuevos amigos, de verdad lo estaba, pero por alguna razón, no pude lograrlo.
Pasaron varias semanas desde el inicio de clases, y yo me limitaba a escuchar las conversaciones de los demás.
—Hoy pude hablar con Zion, ¡Es tan lindo! —dijo una de mis compañeras emocionada.
—¿En serio? Qué envidia —respondió otra chica.
—Es tan perfecto, es guapo, se lleva bien con todos, tiene calificaciones perfectas —agregó otra voz.
—Nunca lo he escuchado decir malas palabras, es tan educado —añadió otra más.
Sí, así es, las últimas semanas solo se hablaba de un chico llamado Zion, que era de otro curso pero bastante popular y admirado por todos. Era el prototipo de chico perfecto, en todos los aspectos, todo lo opuesto a mí.
Quisiera ser como él.
Estoy segura de que muchos de mis compañeros ni siquiera saben mi nombre. No es que me importe mucho, puedo sobrevivir sola, pero me gustaría tener a alguien con quien compartir mis días escolares.
Siento que ya sé bastante de él por todo lo que hablan mis compañeras e incluso compañeros. Aun así, creo que sería interesante hablar con él. Dicen que es tan perfecto en todo que da miedo.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de que el salón se había quedado vacío; ya era la hora del almuerzo.
Rápidamente acomodé mis cosas, tomé mi teléfono y me dirigí a la oficina de los profesores.
Saludé amablemente a los profesores hasta que llegué con la profesora de música y arte.
Ella me vio con compasión y sabía lo que buscaba.
—Aquí están las llaves del salón —dijo extendiendo un conjunto de llaves en su mano.
Cuando me disponía a tomarlas, las alejó ligeramente.
—Te doy permiso de usar el salón durante los descansos, porque sé que te gusta mucho la música, pero creo que deberías pasar los descansos con tus amigos —dijo con una sonrisa que supuse era por lástima.
—Sí, claro, gracias, lo tendré en cuenta —dije con una sonrisa tímida.
Si tan solo tuviera amigos.
Fui al salón de arte y me relajé un rato pintando. No tenía ganas de tocar ningún instrumento, aunque lo intentaba. Hice un paisaje gris, con lluvia y dos personas abrazadas, o eso era lo que pretendía hacer hasta que alguien entró.
Me asomé un poco para ver quién era y, sin querer, me apoyé en mi lienzo.
Era Zion, ese chico popular. No esperaba verlo allí, ya que siempre estaba rodeado de amigos.
—¡Aghhh, maldita sea, esos inútiles pidiendo favores siempre! ¿No pueden hacer nada ellos mismos? Me hacen perder el tiempo —escuché su tono de voz molesto.
Esto sí que no me lo esperaba. ¿Era este el perfecto Zion del que todos hablaban?
En un momento de descuido, casi hago caer el lienzo. ¿En serio, justo en este momento?
Traté de acomodarlo rápidamente, pero una mano entró en mi vista. Volteé mi rostro y me encontré con el rostro de Zion a poca distancia.
Me quedé congelada por un momento.
—Yo sostendré el caballete, tú acomoda bien el lienzo —dijo con un tono de voz neutro, dejando atrás la molestia anterior.
—Gracias —respondí al terminar de arreglar todo.
—¿Tú lo dibujaste? —preguntó él, mirando detenidamente la pintura.
—Sí —respondí avergonzada.
—Ya veo —se acercó a mí y me tomó por los hombros—. Si le llegas a contar a alguien acerca de lo que acabas de escuchar, yo... —me miró tanto fijamente con sus profundos ojos azules que me hizo tragar saliva— me encargaré de reportarte por usar un salón sin permiso, y nadie creerá lo que digas —advirtió.
—¡¿Ehhh? Pero si yo no he hecho nada y tampoco le diré a nadie nada! —dije asustada, levantando las manos en señal de inocencia.
—Bueno —me dedicó una pequeña sonrisa—. Me quedaré aquí hasta que termine el tiempo de almuerzo —dijo mientras tomaba asiento en una silla junto a la ventana.
—Ehh... Como quieras —seguí pintando, pero esta vez me sentía un poco inquieta, ya que él seguía observándome.
—A todo esto, ¿Cómo te llamas? —preguntó.
—Ellise.
Fue una casualidad haber descubierto su verdadera personalidad, como si hubiera descubierto su secreto.
Desde ese día, él siempre venía al salón de arte durante los descansos, hablábamos de cualquier cosa y cada vez nos hacíamos más cercanos.
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Honey Lemon
Novela JuvenilEsta es la historia de como dos personas en mundos completamente diferentes unen sus vidas.