Dolida.

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—dígale que lo siento...no quería llegar tarde.


Freen se dejó caer sobre el frío suelo al recordar esas palabras, golpeo sus rodillas sin medir el dañó, estaba lejos de sus preocupaciones.

Su mirada se perdió al frente, observó con atención las cassias que ella misma había sembrado, cubrió su pecho con el abrigo largo que llevaba, cerro los dos primeros botones rogando no sentir el frío de esa tarde.

Estaba especialmente frío, el cielo nublado y Freen había sido advertida por el noticiario que llovaría. Aquello no le importo, no cuando debía cumplir la promesa que hizo hace algunos años.

El avasallador silencio la hizo sentir tan sola que sintió ganas de llorar, el olor a tierra húmeda, las cassias, el viento haciendo girar los molinos de papel, el nudo en su garganta y el frío, golpeaban contra su cuerpo con locura.

Intento hablar un par de veces, castigándose por no poder emitir ruido, sentir un gota de lluvia sobre su frente fue un motivador.

—te dije que podías confiar en mi palabra. Que estaría aquí otra vez, traje bombones de fresa, son tus favoritos. Es algo así como un regalo de aniversario, deberías darme el mío también — Dijo Freen sonriendo frente al mármol.

La pelinegra aclaro su garganta buscando continuar con la charla a como diera lugar.

—que respondieras algo sería genial— mantuvo la vista fija. Sonrió y negó — tranquila, se que no puedes, de poder lo habrías hecho, siempre fuiste muy buena para hablar. Es tan irónico que yo, habiendo sido tan reacia ha hacerlo, ahora esté aqui haciendolo sin parar y tú ni siquiera puedas responder. Ojalá pudieras hacerlo, no sabes cómo extraño tu voz, ver tus ojos, tus abrazos, sentir tu piel. Te extraño a cada segundo — Dijo Freen levantándose para acurrucarse contra la tumba de su difunta prometida sin poder contener las lágrimas.

La lluvia se hizo un poco más intensa, ya no simplemente goteaba, llovía a mucha velocidad.

—soñe con ese día, se que lo digo seguido, es que siempre sueño con ese día. El final siempre es diferente, siempre llegas y me ves, con una sonrisa radiante sobre el altar. Mis manos sudan mientras te espero, y se en ese momento que jamás necesitaré nada más que decir: “si, acepto”. Me gustaría que estuvieras aquí, realmente Char. Es extraño mencionar tu nombre, aunque bueno...solo lo hago cuando estamos a solas. Es difícil nombrarte, sobre todo porque mencionarte en pasado duele, y trato de evitar que duela, evidentemente no hago mi mejor trabajo.

Freen guardo silencio un momento, cuando supo que la lluvia no se detendría, muy por el contrario, se veía muy animada en continuar y aumentar su intensidad.

—daria lo que fuera por un segundo más contigo— susurro mientras acariciaba el nombre inscrito en el mármol.

Freen se sentía devastada, el pecho pesado, la sensación de un cuerpo agotado, su rostro lo indicaba perfectamente, sus ojeras oscurecidas, sus rasgos demacrados, su rostro más delgado desde que Charlotte se fue. Su mirada perdida y quebrada. La mujer se apuro en limpiar sus lágrimas cuando sintió unas pisadas fuerte a su paso, y su corazón casi da un vuelco cuando vio a la jóven casi resbalar y caer de cara en el lodo. Por suerte fue más ágil y pudo mantenerse en pie.

—¿Estás bien?— la chica castaña la miro confundida, buscando una señal, esperando una respuesta pese a que la preguntaba había sido estúpida.— estúpida pregunta. Solo...me pidieron ayuda para desalojar.

—crei que hay permiso para estar aquí hasta las 10.

—asi es, pero la lluvia está muy fuerte así que idealmente hay que salir de aquí.

El Aleteo De Una MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora