Capítulo 4

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Sabine Lenox

Volviendo A Tropezar Con La Misma Piedra


En silencio.

Con nuestras respiraciones acortadas.

Mirándonos fijamente.

Así fue como nos encontrábamos en ese instante. Nos habíamos detenido al escuchar el timbre resonando fuertemente por toda la casa. Me sentía tan mareada como para analizar lo que acababa de pasar.

Sentía su respirar en mis labios.

El calor en mis mejillas.

La calidez de su tacto.

El timbre volvió a sonar trayéndome a la realidad. Franco se separó de mí de forma inmediata. Me encontraba aturdida por el resonar del timbre y mi corazón acelerado a mil. La tercera sonada no tardó en llegar así mismo como Franco había desaparecido. Me había quedado sola en la cocina, inmersa en el olor tan embriagante que había quedado en su ausencia, intentaba regular mi respiración tratando de enfocar todos mis sentidos, como pude me acerqué hasta el lavabo y enseguida abrí la llave para enjuagarme el rostro.

Al regresar a la sala encontré a Franco parado con la puerta abierta. Hablaba con alguien que se encontraba del otro lado de esta. Por lo bajo de la música pude distinguir la voz de la persona que se encontraba al otro lado, se trataba de Jaden.

— Bine — pronunció Jaden al verme tras la puerta llamando mi atención — ¿Te encuentras bien? — preguntó preocupado por mi aspecto. Desde que nos conocimos, Jaden solía utilizar aquel diminutivo con la particularidad de pronunciar al último la "a" para molestarme, con el tiempo me acostumbré a su apodo, pues al ser la única persona que me llamaba así, le había tomado un cariño en especial al sobrenombre.

— ¿Jad? — dije arrastrando las palabras — ¿Qué haces acá? — pregunté con confusión y mareo, ya que no me estaba empezando a sentir bien.

— ¿Acaso no recuerdas que quedé en venir a recogerte? ¿Cuánto has tomado? — preguntó un poco molesto, acercándose hacia mí. Había olvidado por completo de que Jaden quedó en venir a verme para llevarme a casa, porque ese día mis padres iban a salir por la noche a cenar y no quería llevarme a la suerte de como haría para regresar a mi hogar, por ese motivo le había insistido a Jaden de que me ayude a cambio de invitar en nuestra próxima salida los helados; y a pesar de que intentó resistirse a la oferta por el mal clima, terminó aceptando.

— Mmm.. No lo sé — respondí mientras me apoyaba en él, ya que no lograba sostenerme por mí misma — no recuerdo bien.

— ¿Dónde están tus cosas? — decía mientras me llevaba a uno de los sillones para que pudiera sentarme — ¿Sus cosas? — redirigió su pregunta a Franco y este se acercó a donde estábamos para recoger mi bolso, poniendo adentro mi celular; y luego entregárselos de mal manera a Jaden.

Salimos de la casa de Lucas sin habernos despedido, Jaden me había ayudado a entrar en el asiento del copiloto y abrochado mi cinturón. Antes de arrancar me volvió a preguntar si me sentía bien o si tenía ganas de vomitar y al negar con mi cabeza como respuesta procedió a pisar el acelerador y conducir hasta mi casa. Ni muy bien nos habíamos empezado a mover, había cerrado mis ojos, ya que los sentía demasiado pesados y lo único que quería en ese momento era descansar.

Al día siguiente, me había levantado con un fuerte dolor de cabeza, mi celular no paraba de sonar, odiaba ese sonido hasta el punto de estallarme la cabeza. A regañadientes me levanté de la cama y agarré el dispositivo dándome cuenta de que había ingresado una llamada, que sin poco humor procedí a contestar.

Ascendente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora