Capítulo 1

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Libro 2# de las Hermanas Harris
(No es necesario leer el primero para entender este).

—No es nada fácil comprender que algún día te casarás y te irás de mis brazos, hija mía. Eres mi diamante más precioso, Julieta— acaricio mi cabello y beso mi mano. 

Refunfuñe y le negué con la cabeza, muy segura de mi decisión. —Jamás me iré de tu lado, Papá— lo abrace, tan fuerte que le saque el aire y él solo sonrió. 

Tiempo más tarde él murió, y no pude cumplir mi promesa de quedarme con él para la eternidad. Era una niña aun cuando le prometí quedarme a su lado, era la niña favorita de sus ojos y todo se desvaneció cuando el corazón le falló. 

Años más tarde, mi Madre se casó con un Conde. A pesar de haber vivido muy bien con mi Padre, no estábamos muy cerca de los nobles, pero todo cambio cuando nos mudamos al Palacio Percy. Habitaciones propias, grandes salones... temía que algo de eso borrará la imagen de mi Padre de alguna manera. Pensaba que los años borraban a las personas, pero no era cierto, que no sientas tanto dolor como aquel día en que se fue, solo dice que los años han hecho que aceptes la perdida, es una autodefensa del mismo para no morir de tristeza. 

—¿No quisieras casarte algún día, preciosa Anette?— le pregunté sonriente, bailando de un lado para otro. —Sería un sueño casarse con alguien... un hombre que me amará— suspire idealista, cayendo entre mis propios sueños.

—Creo que... quisiera hacer otras cosas antes— contestó desenredando su pelo y empolvando su rostro. 

Nos preparábamos para una cena a la que nos habían invitado amigos cercanos de la familia Percy, los Wright, unas encantadoras personas. El esposo de mi Madre había estado muy enfermo durante los últimos meses, así que quizás nos hicieron una invitación para distraernos de lo que sucedía en casa, sobre todo con el dolor que llevaba mi Madre de que algún día le dijeran "ha muerto" y revivir un dolor medianamente repetido como el que sintió con mi Padre. 

Estaba ansiosa de conocer a algún caballero, siempre había deseado conocer a alguien, que tomara mi mano y me diera besos a escondidas, que fuese un secreto entre los dos, hasta que un día, como parte de una sorpresa a mi corazón, pidiera mi mano ante todo el salón. 

—Julieta... ¿A veces no piensas que estamos demasiado jóvenes para adaptarnos a la vida de un hombre?— dijo ella. Mi hermana Anette tenía diecisiete y yo veinte años, éramos jóvenes, sí, pero nunca pensé que la edad importará en los deseos del corazón. 

—Yo creo que... cuando encuentras a esa persona, que te roba el aliento, de solo posarte a su lado, que te acogiera con sus palabras y sus ojos te miren solo a ti... ¿Podrías imaginarlo? ¿Cómo decirle que no a un sentimiento así?— confesé, cayendo de espaldas en la cama y tocando mi pecho, con el alma acelerada. 

—Los Wright tienen solo hijos pequeños... no te emociones mucho Julieta— Comentó Rosset, mi hermana mayor. Tenía veintiséis años, y no se había casado aún, no era bien visto, las personas pensaban que ella tenía algo malo, que nadie había logrado desposarla... pero yo sabía que secretamente estaba esperando lo mismo que yo, alguien que le robara los anhelos. En realidad siempre hablaba de "alguien con quien correr en la pradera", se refería a casarse con alguien que tomará tu mano siempre, en la calma y en la tempestad. Quizás esperar y ser paciente era mejor que tomar una mala elección... 

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Durante la cena, bajo elegantes velas y delicada música de fondo, llegaron el Conde Dalton y la condesa Mary Edwards, con sus dos hijos Lord Daniel y Lord Lionel, quienes, visiblemente por el disgustado rostro de los Wright, no estaban invitados, pero intentaron tomarlo con calma, porque tenían la mala fama de autoinvitarse a cada reunión. 

Indecorosamente tuya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora