Capítulo 2

58 4 0
                                    

Sentí como mis sueños e ilusiones se esfumaron de mi corazón. Ya no habría boda de ensueño, ya no habría bailes a medianoche, ni canciones, ni visitas al lago, ni mucho menos habría un hombre que me amara esperándome en el altar. Lord Lionel... él había arruinado toda mi vida... ¿Pero por qué? ¿Qué le había hecho yo?

—¿Qué voy a hacer?— se preguntó la condesa así misma, que iba de un lado a otro en el despacho de los Wright, dónde se encerraron ambos Condes a platicar sobre mi futuro y el de su hijo. —Esa niña... ni quisiera ha de ser virgen... 

—¡Calla Mary, las paredes escuchan!— intercedió el Conde, preocupado por las malas lenguas y del escarmiento que se podría desatar en Birmingham. 

Seguro pensaron que no escucharíamos nada, pero Anette y yo estábamos sentadas en las escaleras junto al despacho, mientras mi Madre hablaba con el hijo del Conde Percy, Lord Lilian, quizás buscando alguna alternativa. Era desgarrador tener que sentarme a escuchar las cosas horribles que pensaban de mí, ¿Cómo podían decir eso si todo había sido un error? Yo ni siquiera había estado tan cerca de un hombre...

—Deben casarse... No queda otra opción... debemos darle cara a los Percy porque a fin de cuentas ella es familia— asumió el Conde, tomando asiento y sobando su cien. 

—¡No me voy a casar!— gritó Lord Lionel, batiendo unos libros al suelo. —Si fueron capaces de perdonarlo a Daniel lo de Priscila, una prostituta... y ocultar el embarazo... un bastardo, ¿Por qué lo mío ha de ser diferente?

—¡Guarda silencio niño!— le respondió amenazante. —Lady Julieta es parte de los nobles por su unión con la familia Percy, si fuera una prostituta no tendría quien responda por su honor. Si llegasen a demandar el casamiento, perderíamos mucho con un escándalo. ¿Puedes imaginarte las portadas del diario? "Vizconde se ha casado por obligación después de que la Familia Percy demandará un casamiento". ¡Creerían que eres un inútil que no puede guardar sus cuestiones dentro de los pantalones!

—En realidad, si es un inútil que no puede controlarse— contribuyó la madre. —Te casarás y punto, hay que demostrarle a los Percy que somos de fiar y que aparentemente le darás una vida llena de amor y riqueza a la niña— culminó.

.
.
.

Entre a la habitación, después de ver a Lord Lilian salir, se miraba un poco devastado. Le tenía cierto aprecio al Vizconde, desde que llegó siempre había velado por nuestra protección y dar la cara por nosotras las Harris, aun sin pertenecer a su misma sangre. 

—Julieta... No sé cómo paso esto— Rosset tomo mi brazo y nos sentamos en la cama. Mi madre caminaba de un lado a otro, de brazos cruzados, inmersa en sus pensamientos. 

—¡Dios, Madre!— le grité, envuelta en lágrimas, con el miedo fluyendo por mis venas. Mi reacción fue a causa de los rostros de mi Madre y de Lord Lilian, no soportaba pensar que hasta ellos mismos se sentían derrotados y en un laberinto sin salida. —Tienen que creerme, estábamos jugando a las escondidas— expliqué, intentando que mi voz fuese escuchada, quería ser dueña universal de la verdad, tenían que creerme de alguna manera. 

—Es verdad lo que dice Julieta, yo también estaba jugando... ¡No la obliguen a casarse!— imploro Anette, mirando a mi Madre con severidad, pero fue justo en ese momento que me di cuenta de que las cartas ya estaban tiradas y yo había perdido.

—Julieta debe casarse—rectifico mi madre. —con todo el dolor de mi alma, Lionel Edwards debe desposarla. Al contrario, su vida quedará manchada por este escándalo y no quisiera eso para ninguna de mis hijas— se sentó en la cómoda, casi que fue por puro tambaleó de su cuerpo. Empezó a llorar, tan descontrolado como yo lo hacía.

—Es decir... ¿Todos se van a quedar con los brazos cruzados? ¿De verdad van a dejar que yo me vaya con un hombre que apenas conozco?— grité nuevamente, buscando aire, sentí que el espacio me estaba asfixiando, no podía soportar tal castigo y aún menos siendo inocente. 

—Julieta... Te creemos... lo juro, Juli yo te creo, pero las personas allá afuera piensan lo contrario, ellos jamás van a dejar que te escapes de esto sin un rasguño. Están tan ciegos con su "sociedad perfecta y llena de reglas" que ya han olvidado hasta la humanidad, la libre decisión y que no todo casamiento lleva a un amor, que siempre termina en dos personas que se odian... —comento Rosset, con el alma hecha pedazos como todas las demás. —No sé qué hacer... ¿Cómo te ayudamos hermanita?— agrego quebrándose en llanto y tallándose las lágrimas con sus palmas.

—Eres una mujer, y las mujeres tenemos el deber en la sociedad de cumplir con los mandamientos... — dijo mi Madre.

—¿Quién invento esa estupidez? ¿Un hombre? ¡Dímelo, Madre! — contrario Anette, vi una llama encenderse en sus ojos.

—No estoy de acuerdo con esa mierda— respondió ella, y nosotras nos sorprendimos, nunca habíamos escuchado a mi madre decir una grosería. —¿Pero qué se supone que debemos hacer? ¡Estoy desesperada! ¿No lo ven? Mi hija... mi hija de veinte años se irá con un hombre que ni siquiera hemos visto más de dos veces... 

—Se sentaron a hablar en el despacho de los Wright... viendo cómo iban a sacar a su amado hijo de este "enredo". Eso es lo que significa Julieta para ellos, hasta pusieron en duda su virilidad. Esos son los monstruos con los que estará destinada a convivir por el resto de su vida ¿No hay nada que podamos hacer?

—No... lo lamento Anette, ya he hablado con Lord Lilian, quien ahora se encarga de dar la cara por su padre y por esta familia. Dijo que no había alternativa, que lo intento, pero están reacios a cambiar de opinión.

.
.
.

Pase la noche en vela en mi habitación, sola, ni siquiera sabía cómo asimilar todo lo que había ocurrido. De un momento a otro ya no me reconocía o las personas no lo hacían... ya no sería la dulce Julieta, sería la "Sra. Edwards". Nos casarían en cuestión de días... tenían miedo de que su hijo me hubiera embarazado, según ellos era muy seguro que dadas las circunstancias nos habíamos conocido antes, porque una "dama" no se metería a tener relaciones con un hombre el primer día de haberse visto. De solo pensarlo me daba por llorar y entrar en crisis nuevamente, se desataba algo tan fuerte que me había temblado todo el cuerpo. 

Escuché algo que chocaba contra la ventana de mi habitación, como una pequeña roca. De inmediato y con algo de miedo, me asomé. —¡Santo Dios!— grité, refugiando mi boca entre mis manos, después de darme cuenta de que era Lord Lionel quien esperaba afuera.

Abrí la ventana y le dejé pasar, salto al suelo y sacudió su ropa y manos. —Disculpa por tener que vernos de esta manera... necesitaba hablar directamente con usted.

—Debería irse de aquí, Lord Lionel, ya ha hecho mucho por mí... — él bajo su vista hasta mi camisón y yo cubrí mis partes con mis manos, sabiendo que estaba enfocándose en mis senos, mostrando al animal que vivía dentro suyo.

—No... Lady Julieta, yo he venido a disculparme con usted— se acercó un poco más a mi rostro. —Ha sido mi culpa todo lo que ha sucedido, que tenga que caminar en el altar hacia un hombre que usted no ama. 

Respire profundo e intenté mediar con las pocas fuerzas que me quedaban. —Por favor... le suplico que hable con sus padres nuevamente... convénselos de revertir este compromiso... me iría del país, inclusive si así lo quisieran. 

Indecorosamente tuya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora