Draco Malfoy nunca había sido una persona muy interesante.
Su vida se basaba en siempre estar en su dormitorio -que no compartía con nadie- tomar sus clases en el mismo y a veces estar en la sala común cuando está estaba vacía. Los pocos amigos que tenía los podía contar con los dedos de una sola mano y ni siquiera podía verlos mucho porque eran de otra Casa y ninguno de ellos quería siquiera caminar por los pasillos de Hogwarts para ir a la sala común de alguno de ellos, claramente ninguno quería recibir hechizos de alumnos resentidos por una guerra que había pasado hace años.
Por supuesto que sabía el por qué de su situación, por qué no podía salir o más bien por qué evitaba hacerlo al igual que sus amigos; la respuesta era muy simple: sus padres eran Mortífagos.
Nunca los había culpado, sabía que no habían tomado las mejores decisiones y entendía que las personas a veces se equivocaban. Jamás les había reprochado su pasado y aún así no podía evitar sentirse miserable todos los días.
Desde que había entrado a Hogwarts su selección había sido aparte por petición de su padrino y sus padres. Había sido una sorpresa que un Malfoy no quedara en la Casa de las serpientes.
Draco había sido seleccionado en Ravenclaw la Casa que valora el aprendizaje, la sabiduría, el ingenio, y el intelecto.
Su padrino, Severus, había reaccionado con una mueca de claro disgusto, más no por haber quedado en una Casa diferente a la de él y sus padres. Severus había fruncido el seño al no tener a su ahijado cerca suyo para poder defenderle de aquellos chiquillos estúpidos que, él estaba seguro, molestarían a su molesto ahijado. Severus Snape se encontraba realmente preocupado.
Su madre lo había abrazado mientras le susurraba al oído un: "no importa en que Casa estés, dragón. Recuerda siempre que la Casa no hace al mago, el mago elige ser lo que quiera y yo sé que lo que tú elijas ser, hijo mío, será algo grandioso. Siempre estaré muy, muy orgullosa de ti mi amor" Todavía podía sentir su pecho cálido al recordar las palabras de su preciosa madre.
Lucius, su padre, le había dado una sonrisa llena de orgullo. Malfoy padre sabía que su hijo estaría bien dónde sea que lo seleccionarán, claro que ciertamente estaba agradecido con Salazar de que no hubiera sido la Casa de los leones, muy a su pesar si aquello hubiera pasado seguramente no habría sobrevivido a la noticia.
Su familia lo amaba y él amaba a su familia por sobre todo, aún con las decisiones de su pasado que ellos habían tomado. Los amaba a pesar de lo sobreprotectores que eran.
Si bien Draco no salía de la torre de Ravenclaw porque no quería sufrir lo mismo que había pasado uno de sus mejores amigos, específicamente Blaise que se había animado a tomar clases normales desde segundo a cuarto y le habían molestado durante los tres años, también era porque sus padres y su padrino se lo habían prohibido rotundamente y él lo había aceptado.
Tampoco era como si hubiera tenido otra opción puesto que Severus le iba a visitar a su dormitorio cada que tenía tiempo libre y que él no tuviera clase para enseñarle pociones avanzadas, traerle algún libro y, por supuesto, evitar que saliera de la seguridad de su habitación.
Cuando paso a quinto año aquellas visitas bajaron porque ahora su padrino confiaba en que él jamás saldría a exponerse y así lo fue, jamás había salido de su habitación y sus visitas a la sala común eran cuando no había nadie en ella, hasta que a mitad del mismo año fue Severus mismo el que lo saco de aquella torre para dar un paseo y mostrarle un lugar.
Draco había estado rebosando de alegría mirando todo a su alrededor mientras Severus mantenía una muy pequeña y casi imperceptible sonrisa.
Recordaba la conversación que habían tenido.
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Cinderella!
FanfictionEn una fiesta de disfraces que se hizo en la torre de Gryffindor Harry se vio embelesado por el chico con quién estuvo toda la noche, no sabía su nombre ni su casa, pero lo que sí sabía era que lo buscaría. Neville siendo su fiel compañero en la bús...