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A la mañana siguiente, los rayos de sol se colaron por la ventana, haciendo que el hermoso rubiecito abriera sus ojos confundido.


No podía procesar bien lo que estaba sucediendo, miró a su alrededor buscando acordarse de lo que había pasado ayer. El lugar se le hacía sumamente conocido, entonces giró hacia su izquierda donde un hermoso pelinegro dormía aún profundamente.


Los recuerdos llegaron a su cabeza de golpe.


¡No podía ser cierto! ¿Acaso se había acostado con su mejor amigo?


No, no y no, eso no era posible. ¿Se había vuelto loco? Jungkook era su amigo, era casi como su hermano, y aunque Jimin estuviera perdidamente enamorado de él, no era correcto.


Estaba muy preocupado y ansioso. ¿Qué dirían sus padres si se enteraran de esto? Seguramente le prohibirían estar cerca del pelinegro, y eso era algo que Jimin jamás iba a permitir.


Haciendo el menor ruido posible, Jimin se levantó de la cama, abrió el armario de su amigo y tomó lo primero que se encontró. Regresaría otro día por su ropa, pero ahora mismo tenía que salir de ahí lo antes posible.


Antes de salir de la habitación, miró por última vez a su amigo. "Perdóname, Jungkook, pero lo que sucedió entre nosotros no estuvo bien", susurró con un nudo en la garganta. Sabía que debía alejarse, que debía poner fin a ese amor prohibido, pero el dolor en su corazón no hacía más que crecer con cada paso que daba lejos de él.


Con ese pensamiento, salió de la casa del pelinegro y se dirigió a la suya. Su celular se había quedado sin batería, por lo que desconocía la hora, pero estaba preparándose mentalmente para el regaño que sus padres le iban a dar.


Grande fue su sorpresa cuando al entrar a su casa, el aroma a pie de manzana inundaba todo el ambiente.


Su madre, al escuchar la puerta, se dirigió a la entrada con una gran sonrisa, eso lo dejó más confundido al rubio. No sabía qué bicho le había picado a su madre.
-Hijo, al fin llegas. Quiero que vayas a vestirte y te pongas muy guapo, tendremos una visita muy especial, estará aquí en 20 minutos, así que apresúrate- dijo su madre, empujándolo hacia las escaleras.


Jimin se sentía en algún universo paralelo. Era la primera vez en sus 22 años en las que su madre no se enojaba y le gritaba por no haber llegado a dormir a casa.


Algo desubicado, se dirigió a su cuarto. Todo su cuerpo le dolía, especialmente sus caderas y trasero. Con timidez, se miró en el gran espejo de su peinadora, bajó su camisa y vio la serie de marcas que adornaban su cuello y pecho.


Era realmente un milagro que su madre no se hubiera fijado en las marcas, pues eran sumamente visibles.


Los recuerdos de la noche anterior inundaron su mente, pero esta vez, en lugar de llenarlo de alegría, lo llenaron de melancolía. Sabía que jamás volverían a estar juntos de esa manera, pues su amor era prohibido y las circunstancias los separaban sin remedio. Cada instante compartido con el pelinegro había sido una deliciosa tortura para su corazón, y en sus brazos, había encontrado una conexión que lo dejaba anhelando más.

"Porque nos amamos" (Kookmin) FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora