Es inevitable reconocernos
entre miles.
Bastó un instante,
una mirada
para que todo lo que fue
resurja.
No lo podremos evitar.
El fuego que nos abrasó
hasta los huesos
nos ha extinguido.
Pero su esencia no se ha perdido.
Bastó un instante,
una mirada
para que el tiempo se detenga.
La dulce brisa de la tarde,
el cálido sol de otoño.
Las palabras distraídas
de una conversación ajena,
ralentizaron el regreso
a la verdadera realidad.