PRÓLOGO

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ANMON

Me pongo los calzoncillos para largarme de este jodido y repugnante departamento que me asquea con toda esa puta basura de recortes de parejas decorando las paredes pintadas de un rosa chillante y el hedor del perfume barato que se desprende. 

Maldita sea la hora en que le pagué para meterle la verga a esta mujer, pero es un error que no cometo dos veces.  

— ¿Vendrás mañana? —pregunta la puta. 

No me molesto en mirarla mientras sigo colocándome el bóxer. Es solo sexo y no estoy para esas pendejadas de romance barato. Las mujeres saben que lo único que quiero de ellas es cogerlas y punto. Si quieren obtener algo más pues se van a llevar una decepción porque Cruel no se enamora de nadie y mucho menos le importan esas maricadas de romances melosos.

—Esto es el adiós, Erika. Si es que así te llamas. Sabes que no me gustan esas cursilerías baratas. Además no repito a la misma mujer más de una sola vez —espeto con sorna. Ella se levanta y viene a mí con su cuerpo desnudo esperando a que cambie de opinión al verla así, pero solo me la cogí para quitarme el dolor de huevos que llevo desde la mañana—. No me hagas perder mi tiempo con babosadas. 

Coloca sus manos sobre mi pene y lo masturba como me gusta. Al menos sabe usar las manos adecuadamente, pero ni eso me hace claudicar en mi decisión de marcharme.

—Quédate y te prometo que me voy a portar bien —me suplica e intenta llevarse mi verga a sus labios. 

Joder. Como odio a las mujeres que me ruegan.  

—Ten un poco de dignidad, zorra. —La arrojo a un lado con brusquedad y me levanto de la cama. Busco mi ropa entre toda la puta porquería que hay aquí y la localizo de inmediato sobre el suelo junto la poca ropa que llevaba Erika. Me pongo el pantalón, lo subo y me abrocho el cierre junto el botón. Me calzo mis botas y por último coloco mi camisa. Le doy una mirada llena de desdén cuando me doy la vuelta para encararla para darle la despedida que se merece—. Olvida mi nombre y mi jodido número. No llames nunca más. ¿Entiendes? 

Ella asiente con la mirada llena de lágrimas. 

Ya va a empezar a lloriquear.

—Pensé qué... 

Suelto una risa llena de amargura que interrumpe su pendeja explicación. 

— ¿Qué pensaste? ¿Qué porque eres mi favorita para coger íbamos a tener un romance todo tierno como esa películas que te gusta mirar? —me burlo de ella–. Ya te dije que solo me sirves para coger y punto. Una mujer como tú jamás va logar atraparme, puta. No creas por un segundo que puedes dejar de serlo como la película de Mujer bonita. Las zorras siguen siendo zorras toda la vida. Grábate eso en tu cabeza de chorlito.

Mis palabras le afectan, pero me importa una mierda. Soy un bastardo al que solo le importa lo que quiero. 

Erika alza el mentón para desafiarme y deja de llorar, pero sus labios siguen temblando. Eso sí que hace que llame mi atención.

—Largo de mi casa, Cruel. Eres un maldito cabrón de mierda —responde con altanería, pero su tono sigue siendo lamentable y lastimero—. Ojalá que algún día una mujer te dé tu merecido y entonces vas a venir a rogarme porque deje que vuelvas a pisar mi cama, pero te voy a tratar como tú lo hiciste conmigo.

Le doy una sonrisa malvada y me inclino hasta que mi cara queda al frente de la suya. Le tomo del mentón sin importarme si le causo daño y luego acaricio su cuello hasta que mis dedos se cierran sobre él con fuerza. Puedo ver como su rostro va perdiendo el color por falta de oxígeno y eso me divierte. Las putas como ella, no merecen otro trato y en lo que a mí concierne. Se puede ir al infierno.

—Es tan fácil matarte de esta manera con solo ejercer más presión y ver como tú bonito cuello queda destrozado bajo mi mano, pero Cruel no se ensucia las manos por personas que son basura insignificante. —La miro con repudio—. Respecto a tu estúpida advertencia, eso nunca va a suceder. Anmon Dhagger nunca cae ante ninguna mujer. Que te claro, putita —hablo con asco.

Suelto su mentón y regreso mi postura aun con su cuello. Erika parece estar aterrada y abro la mano para que pueda respirar nuevamente. Camino hasta la salida y abro la puerta dejándome ver a los hombres que me acompañan. Les hago una señal para que entren en el departamento de Erika.

Le doy el último vistazo y sus ojos desprenden el miedo que tanto adoro ver en mis presas antes de comenzar con su calvario. Saber que seré la última persona que vean antes de morir o ser su verdugo es algo que disfruto con tanto placer.

—Cruel, perdóname —suplica al ver a mis hombres rodeando su cama—. Prometo que nunca más me volverás a ver, pero por favor no me lastimes.  

Repaso su cuerpo desnudo y esbozo una sádica sonrisa.

—Sabes que no doy segundas oportunidades, muñeca. Tú acabas de desperdiciar la tuya cuando decidiste desafiarme. —Miro a mis hombres y luego a ella—. Sin embargo, como lograste satisfacerme voy a ser un poco condescendiente contigo. Aquel que llegue a dejarle una puta marca será severamente castigado —les amenazo.

Erika vuelve a romper en llanto y me doy la vuelta para no soportar su teatrito. Escucho los gritos de súplica desesperados para que mis hombres no la tomen por la fuerza para follar. Giro el rostro para contemplarla por última vez y cierro la puerta de un portazo para largarme sin dar marcha atrás. 

Me dirijo a las escaleras para abandonar este asqueroso lugar y bajo lo más rápido posible. Encuentro mi motocicleta estacionada justo a la entrada y me subo inmediatamente. Arranco a toda prisa porque debo ocuparme de otro asunto para la organización.

CRUEL |BILOGÍA OBÉLIX #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora