—Árbol de la esperanza.
Se iba diciendo Manuel mientras con una sola mano se balanceaba de una rama.
—Mantenme firme.
Abajo se vislumbraba la nada.
—Sobre esta palabra que sostienes.
Era el vacío primordial.
—Mantenme firme.
Se lo volvió a decir, a él mismo, o a alguien más, nadie podía corroborarlo, pues Manuel estaba solo, con la niebla rodeando aquél monumental fresno.
«Maldita sea mi estupidez, solo yo acepto hacer lo imposible».
Pensó mientras no dejaba de repetir la misma frase una y otra vez.
—Árbol de la esperanza, mantenme firme, sobre esta palabra que sostienes, mantenme firme.
Agarrando la lanza brillante con los dientes logró izarse a pulso hasta quedar sentado entre las hojas otoñales, suspiró y miró arriba, luego abajo, la copa del árbol estaba a mitad de camino, por lo tanto las raíces también.
Por unos momentos Manuel se quedó admirando el paisaje gris, la lanza apoyada en su regazo; a lo lejos se escucharon gruñidos espectrales, de arriba y de abajo, eran los extraños inquilinos del fresno: dragones, pájaros y una ardilla.
—Árbol de la esperanza, mantenme firme, sobre esta palabra que sostienes, mantenme firme.
Volvió a sostener el arma entre los dientes y se puso de cabeza, las piernas enganchadas en la rama; las manos temblorosas aferrando el astil.
«Vamos hombre, no puedes dar marcha atrás justo ahora, tienes que llegar a la meta».
Se dijo poniendo la punta justo sobre el pecho y sabiendo que el dolor solo sería mental se clavó su propia lanza. Apretó los dientes, mas no dejó de decir aquella absurda frase.
— ¡Mantenme firme!
De inmediato se reprendió, no debería haber gritado porque uno de aquellos chillidos se incrementó hasta embestir a Manuel con una tormenta de insultos variados, afiladas palabras que se suponía debían de hacerlo perder la paciencia, mas él hiso caso omiso, siguió aferrando el astil y con la mirada fija en la nada.
Al final fue la ardilla, la que maldiciendo a ese hombre, se marchó, furiosa porque ese microbio osaba manchar a YGGDRASIL con su sangre.
Manuel sonrió, ya solo le quedaba esperar y meditar, si quería lograr replicar las a sañas de Odín le iba a costar lo mismo que a ese viejo.
«Pero yo no pienso dar uno de mis ojos por poder ver el futuro y el pasado».
La lanza vibró, el espíritu que había dentro se había ofendido por aquel pensamiento.
«Mierda , Odín, ya he dicho que no quiero».
—Árbol de la esperanza, mantenme firme, sobre esta palabra que sostienes, mantenme firme.
De esa forma tres días pasaron y al parpadear Manuel pudo verlas y comprenderlas, todas y cada una de las runas, tan poderosas, brillantes y peligrosas.
La lanza había desaparecido y Manuel dejó salir el aliento que había estado conteniendo.
—Bueno, no ha sido tan malo.
Se volvió a reprender por decir algo fuera de aquella frase, la ardilla estaba volviendo y él no pensaba escuchar otra lluvia de improperios.
— ¡Hasta luego, Maricarmen!
Y el nuevo conocedor de las runas se dejó caer en la rama más cercana para desaparecer envuelto en una luz, de regreso a su casa frente al mar de Cádiz, pues tenía un acto al que asistir y no quería que lo sancionaran por haber estado al borde del mundo, colgado boca abajo de una rama, con su propia lanza parlante clavada, en un fresno mágico y repitiendo siempre la misma frase extraña:
Árbol de la esperanza, mantenme firme, sobre esta palabra que sostienes, mantenme firme.
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El nuevo señor de las runas
Historia CortaÁrbol de la esperanza. Mantenme firme: Sobre esta palabra que sostienes. Mantenme firme. «María Teresa Andruetto» Esa frase fue el disparador para reinterpretar un mito nórdico. La portada es diseño propio. Retrata al protagonista. Espero que la dis...