La nota roja

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(Apopa, El Salvador)


En El Salvador, las mujeres son las más afectadas por la cultura de las pandillas; muchas de ellas son usadas como mulas de drogas o en algunos casos son forzadas a ser las madres adoptivas de los hijos de pandilleros que se encuentran en la cárcel o están muertos. Las estadísticas dicen que en El Salvador una mujer muere cada 19 horas de forma brutal por lo que las escenas atroces de cadáveres desmembrados o con signos de tortura eran cotidianas para Rafael. Su trabajo lo había obligado a familiarizarse con cadáveres, sangre y desmembramientos; la escena más sanguinaria que había visto fue gracias a la pandilla Barrio 18 pues le habían arrancado el corazón a una familia entera: padre, madre e hijos yacían en el piso con un agujero lleno de sangre coagulada en el costado izquierdo. Aquella vez hizo las fotografías en silencio, con un nudo en la garganta y un sentimiento de cólera, frustración y cotidianidad.

Los últimos días Rafael había tenido más llamados de lo normal, las desapariciones y los homicidios eran normales pero las escenas que comenzó a fotografiar eran peculiares.

—¿Qué es esto Vic?

—Y yo que voy a saber —contestó malhumorado el policía, era de madrugada y habían interrumpido sus horas de sueño.

Los cadáveres, si es que se les podría llamar de esa forma estaban tan deshechos que apenas podían reconocerse, habían sido mutilados por lo que se creía que había sido un animal. No era ningún secreto que las pandillas solían usar perros de pelea para castigar, sin embargo, aquellos infortunados que eran aventados a los perros terminaban siendo devorados por éstos y sus restos se quedaban en las jaulas junto a las heces del animal. Era absurdo tomarse la molestia de aventarlos en vía pública, sin una identidad eso no funcionaba como advertencia, o tal vez sí pudiera funcionar pero la frecuencia con la que estaba sucediendo no era normal, no tenía sentido.

Los restos se encontraban a lo largo de un terreno pedregoso a un lado de la carretera estatal, no había cartuchos de bala ni casquillos solo un mar de sangre por todos lados. Rafael intentó darle un toque artístico para vender las fotografías al periódico, de entre los restos sobresalía un pie, con las uñas pintadas de rojo, aquella extremidad desmembrada le daba un toque poético a la brutal escena. El policía lo apuró y Rafael disparó su cámara, cómo pudieron los peritos llenaron sus formularios y levantaron los restos. El fotógrafo despidió a su amigo y subió a su auto con el fin de llevar directamente sus fotos a vender para la primer plana de la nota roja, antes de que pudiera arrancar su coche escuchó un fuerte disparo que provenía de la escena del crimen. Su instinto periodístico reaccionó más rápido que su instinto de supervivencia y en un instante corrió con cámara en mano hacia el lugar en el que se había producido el disparo.

Un hombre yacía en el piso revolcándose como animal intentando levantarse, al parecer los peritos habían salido huyendo y el único que quedaba en el lugar era el policía que no entendía bien lo que pasaba. El desconocido comenzó a gruñir y por la forma en que se movía parecía no tener conciencia alguna, solo un impulso primitivo lo hacía moverse. A duras penas pudo levantarse y los hombres pudieron notar una fea herida en la cabeza que goteaba un viscoso líquido que parecía ser sangre coagulada.

<<¿Qué demonios es eso?>>, <<¿Qué hace aquí?>>, <<¿Cómo es que sigue vivo?>>, <<¿Acaso esos gruñidos son de dolor?>>, se preguntaron a sí mismos mientras el hombre se abalanzaba hacia ellos. Las preguntas llegaron más rápido a sus cabezas de lo que podía pronunciarlas en voz alta y cuando el hombre estaba ya muy cerca de los dos Vic empujó atrás de él a Rafael.

—¡Alto ahí! —ordenó Vic mientras apuntaba su pistola.

Pero aquel hombre no se detuvo pese a que Vic descargó las balas de su pistola en él. Éste seguía vivo, retorciéndose para levantarse y aunque no mostraba conciencia aparente de alguna forma seguía aferrado a coger a alguno de ellos.

 Éste seguía vivo, retorciéndose para levantarse y aunque no mostraba conciencia aparente de alguna forma seguía aferrado a coger a alguno de ellos

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Historias Z: Cuentos de una pandemia zombieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora