Ilusoria tonalidad

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Todos se sorprendían de la majestuosidad del cielo y sus diversas tonalidades. Mas no del azul de un día despejado, del naranja del ocaso, tan siquiera de los colores presentes en una aurora boreal. Eran... diferentes.

No lograban entender semejante alteración en la naturaleza, inclusive la luna por las noches se tornaba de un color que no correspondía al habitual, y cada noche era aún más resplandeciente. Admirar las aguas de los mares se convertía en un éxtasis, aunque para algunos, evidenciaba el inicio del caos, el comienzo del fin.

Sin embargo, no todos respondían con pánico, algunos encontraban el verdadero sentido de la vida en presenciada obra de arte, pues los colores formaban parte de sí.

Al sexto día de haber sufrido esa alteración la naturaleza, una mujer de sesenta años decidió abordar el bote que le había dejado su marido antes de fallecer, cinco años atrás. Era tradición cada primer domingo de noviembre dirigirse a una pequeña isla cercana, pero decidió andar a la deriva bajo el cielo azul turquí. El color, le otorgaba un matiz absorbente, que hacía de las aguas una impetuosa maravilla nunca antes vista.

La noche avanzaba y la mujer se mantenía recostada en la madera purulenta del bote. Sus párpados se cerraban pero, se abstenía a quedar dormida, ya que una presencia extraña la acechaba. Melodías celtas provenían de algún lugar. Alzó la vista, y se encontró con siluetas en medio de la noche, danzando suavemente en lo que parecía la nada.

Y el cielo adquiría otro color, un tono violeta que delataba el amanecer. La melodía persistía, en un ritmo apresurado, diligente, y con una interrupción en seco. Un hombre apareció a su lado en el bote, envuelto en una capa negra, y una máscara veneciana en su rostro, que no permitía tan siquiera reconocer sus facciones. Era una hermosa máscara adornada con detalles violeta, que por un momento la hizo olvidar el susto que vivió hacía segundos.

—Si tan solo esto fuera la realidad, aceptaría bailar a su lado con todo el gusto. Pero una utopía como esta termina rápido, no vale la pena-dijo ella, jurando que todo lo que estaba viviendo era un sueño.

—Y si lo llamamos una... ¿quimérica realidad? -preguntó con soltura—. ¿Y por qué su fascinación con las alteraciones en la naturaleza?

La voz del hombre, grave y segura, le inspiraban a la vez confianza, sin conocer el por qué.

—Porque admiro la naturaleza, su excelencia, la profundidad y perfección que encuentro en ella, la gracia de cada color. La respeto, pues, me ha arrancado un ser amado en medio de su furia, e irónicamente lo siento en medio de ella, de los árboles, las aguas, en el cielo, representado en cualquier color.

Y el silencio se convertía en majestad del momento. No tenía idea de cómo había llegado ese hombre hasta ahí, ni el motivo de su llegada. Ambos miraban a lados opuestos, rodeadas de agua color violeta y un cielo del mismo color, con nubes en un tono más oscuro.

—El violeta simboliza la magia. Es el color más difícil de encontrar en la naturaleza. ¿Tiene idea de lo que puede significar este manto de colores? —cuestionó en voz baja.

Pero ella sabía que no se refería a la magia contextualizada en ciencia oculta, sino a una magia presente en el vivir. Los momentos mágicos vividos con su familia, con sus amigos, en sus experiencias inolvidables. Sonreía al recordarlo.

—Somos una mágica combinación de colores. Envueltos bajo el mismo color, creados con el mismo pincel. Porque cada color representa y posee un significado que nos termina de identificar.

Y el cielo de nuevo se tornó azul turquí. Después de un rato, él se enteró de que ella había caído dormida, envuelta en el azul del descanso, la paz, tranquilidad y confianza.

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⏰ Última actualización: Jun 08, 2015 ⏰

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