Hoy | No sé qué hago aquí

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Ágata.

5:00 A.M.

Llevo despierta una hora exacta, es miércoles y el ave de Barcelona a Madrid debe abrir sus puertas a todas aquellas almas solitarias que han acabado aquí.

Busco mi sitio, hace frío, voy hasta arriba de cosas, al final siempre hago lo mismo, la idea de priorizar y saber qué cosas debo llevarme y cuáles no, pasa fugazmente por mi mente y no para quedarse.

Dos mochilas y una maleta pequeña.

Me miro en el reflejo de las ventanas de la gran maquinaria. Tengo el flequillo oscuro revuelto y la nariz roja del frío pero por lo demás la imagen que me devuelve el espejo es la misma de siempre, aparto la mirada, es lo mismo de siempre, lo mismo de siempre...

A mamá y a papá no les gustó la idea de que su queridísima hija se marchase de casa a la capital. A mí tampoco, aunque mi opinión seguía siendo la misma, era lo que necesitaba.

Coloqué todo en mi asiento y una vez me vi libre de todo ese peso en el cuerpo extra pude respirar en paz.

Y cerré los ojos.

🍂

¿Por qué la gente andaba rápido? Siempre rápido, de un lado a otro con prisa, me irritaba. Atocha estaba lleno de gente a las diez de la mañana. Era de esperar, pero aún así la imagen impactaba. ¿En qué momento me había convertido en una de estas personas, moviéndome de un lado para otro? De pequeña solía criticarlos con mi madre y ahora estaba aquí, no entiendo en qué momento las cosas han cambiado tanto.

Aún así mis pasos eran diferentes, no eran tan seguros como los de la gente a mi alrededor, yo iba de puntillas como siempre, con esa manía de no querer quedarme parada en un mismo sitio mucho tiempo.

Busqué la salida con la mirada después de coger todas mis pertenencias y en un Starbucks me pedí un café bien frío con canela, (porque si no era frío no me gustaba) y antes de salir de esa madriguera de gente me frené en seco.

¿Qué estaba haciendo yo aquí? ¿Qué se supone que había en Madrid? ¿Qué hago?

Esa inseguridad e inquietud que mis pasos dejaban entrever, aparecieron con más fuerza dispuestos a tirar mi plan por la borda.

El vacío en mi pecho no se movió de su lugar, hubo un momento en el que pensé que nunca lo haría pero en mi último momento de amor propio decidí que eso no podía ser así.

No había llegado a ninguna conclusión. Estaba harta de sentirme así. Sentía la desesperación tocar a mí puerta y cada vez eran golpes más fuertes.

Quizá fue esa misma desesperación la que me hizo dar el primer paso y no yo y por eso estaba aquí un cinco de noviembre.

Me hice un moño y busqué con la mirada la salida.

Ahí fue cuando sentí el cosquilleo, mi madre solía hablar mucho de él. Esa sensación que sientes en la nuca que hace que todo tu cuerpo se estremezca, que notes esa electricidad hasta en los dedos de los pies. De pequeña me solía guiar por este cosquilleo. Cuando lo notaba mi cuerpo reaccionaba automáticamente y frenaba en seco para analizar porqué estaba haciendo esto y qué señal me estaba mandando.

No sentía esto desde hacía años, desde que me separé de él. Fruncí el ceño, no podía ser, rezaba internamente que no fuera lo que estaba pensando, que mi cuerpo se hubiese equivocado.

El cosquilleo nunca fallaba.

Jodido cosquilleo.

Le vi, en medio de todo y de todos con una maleta pequeña roja al lado.

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2023 ⏰

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