OO1 : todo es posible en la habana

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1985.

La marea estaba tranquila y las estrellas brillaban en todo su esplendor sobre el cielo nocturno de Riverhill.

Riverhill...un pequeño pueblo costero ubicado a las orillas de Maine, famoso por su variada población. Y es que en su momento, fue hogar de algunos inmigrantes que cruzaban la frontera desde Latinoamerica, dejando rastros de su cultura en ciertos rincones del pueblo. Ese aspecto, combinando con la esencia tropical de la costa y las corrientes extravagantes que arrastraba la década, volvían a Riverhill un encantador y pintoresco lugar digno de visitar.

Los amaneceres en la costa podían ser memorables, pero las noches en Riverhill eran inolvidables.

Se tatuaban...se tatuaban como tinta en la piel.

Genevieve Holland se adentró en el club, con el porte de una inofensiva pequeñita que no sabe como moverse en el centro comercial sin su madre. Y es que, después de todo, quizá lo era. Faltaban algunos meses para que cumpliera la mayoría de edad, pero su mejor amiga, Marina Jones, había convencido a algunos de sus problemáticos amigos pandilleros para que les consiguieran una entrada en La habana.

La habana era el club más famoso del pueblo (y el único en un lugar tan pequeño como ese), fundado por un inmigrante hacia ya varios años. Las luces de neón bañaban las paredes, sabores exquisitos y peculiares eran el pan de cada día y la buena música no podía faltar desde el estéreo.

Genevieve soltó un suspiro antes de caminar tranquilamente a la barra de bebidas y observar su reflejo a través de los cristales del lugar. El olor a humo golpeó violentamente a su alrededor cuando Marina llegó junto a ella.

Marina era preciosa. Su largo y lacio cabello era tan oscuro como la noche, sus ojos alargados y pómulos prominentes, acompañados de labios rosas, gruesos y nariz respingada le daban la apariencia de un ángel. Pero esa mirada estaba lejos de poseer la inocencia de uno, cargada siempre bajo prominentes capas de rimel, su aura era más...seductora.

Genevieve, por otro lado, no era la excepción de la belleza, pero sus facciones eran mil veces más delicadas que las de Marina. Lo que ella consideraba más bien, rasgos "comunes y un poco torpes". Su cabello castaño claro era tan suave como la seda, su rostro en forma de corazón, libre de aparentes imperfecciones, soñadores ojos verdes y labios suaves y rosas.

—¿Qué pasa, Gen? ¿Demasiado para ser la primera vez? —preguntó Marina, con esa voz femenina pero ligeramente ronca por el cigarrillo. Genevieve suspiró.

—Me siento un poco fuera de lugar —admitió. Tal vez era por su vestido rojo proporcionado por Marina, ajustado improvisadamente con clips para que pudiera ajustarse a su figura. Tenía una falda acampanada, lunares blancos y un escote pronunciado...o al menos más pronunciado de lo que solía utilizar.

—Vamos Gen, no me hagas salir de aquí ¡es mi cumpleaños! —se quejó Mar, articulando una expresión de suplica.

—No dije que quisiera irme —puntualizó la castaña. —Es raro, pero...divertido. Creo que podría acostumbrarme a esto —confesó, intentando no sonar demasiado emocionada. La realidad es que las luces neones de La habana, las personas juntándose en la pista y la sensación de libertad que podía sentirse ahí adentro eran mucho más de lo que pudiera haber imaginado.

Estar en La habana junto a Marina, disfrutando poco a poco el ambiente que amenazaba con mejorar al pasar de las horas a escondidas de sus padres y siendo aún menor de edad era riesgoso. La parte racional de su cerebro le advertía que quizá lo mejor era salir huyendo de los placeres que ofrecía la costa nocturna, pero para Genevieve, todo aquello lucía nuevo y emocionante, y se preguntaba si La habana podría sorprenderla aún más.

𝗛𝗔𝗩𝗔𝗡𝗔 | LEE MINHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora