2. La complicidad cava tumbas profundas.

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Conocí a la chica cuando comencé a trabajar en la carnicería. Solía ser una persona muy retraída y reservada, poco conversadora, así que no me importaba relacionarme con ella porque no era una clienta. Pensaba que era la hija del dueño del establecimiento, aunque el apellido que llevaba en su identificador estudiantil no era el mismo; ella era Ahn y el dueño, Kim. Pensé tantas cosas antes de ser golpeado por la realidad... Porque no creo que sea normal — al menos no frecuente — que los padres, tíos o tutores legales tuvieran una relación tan explícita como lo tenían esos dos.

De inmediato supe que era una prostituta y él su proxeneta.

El señor Kim (que era de esa forma como le gustaba que lo llamasen) se acercó a mí, me tomó del cuello de la camiseta y me acorraló contra la pared cuando lo vi metiendo la mano en su braga. Si buscaba intimidarme, realmente no lo consiguió. Recuerdo la expresión de mi rostro; nunca sentí mis músculos faciales tan relajados. Me dijo que era una advertencia, pero estaba más que claro que era una amenaza.

"Si le cuentas esto a alguien, te mato. Te voy a destruir la vida, ¿de acuerdo? Tampoco quiero que te acerques a ella. No quiero que la mires ni que le hables. Ella es mía; me pertenece. Si os veo juntos, os mataré a los dos." Me dijo aquella vez. Podría haberle denunciado entonces; ella habría ido a un centro de menores y él a la cárcel, pero si me había contado sobre su juguete es porque sabía que no lo iba a hacer. No porque fuera un desalmado total, sino porque no tenía a dónde ir. Llevaba un par de años aguantando sus abusos laborales y explotación que, si no le había denunciado entonces, no lo haría en ese momento; menos por una chica que no conocía.

Después la amenazó delante de mí un día. Le demostró lo que le pasaría si le desobedecía. Todo porque me trató de manera amistosa después de pedirme un chicle y él lo vio.

Todos los días me recordaba que era un fracasado, un bueno para nada, analfabeto e inculto; que me había sacado de la calle y que le debía la vida. No mentía. Hizo todo eso y no podía huir de él porque no tenía a dónde ir; así que, le dije que no se preocupara, porque yo no me metía en asuntos que no me incumben.

Debido a ello, la chica se llevó la peor parte. La golpeó enfrente de mí de una manera que, si no supiera que con el tiempo uno se vuelve, de alguna manera, inmune a ciertos niveles de dolor, no me explicaría cómo es que había seguido consciente.

Me recordó a Nana. Me recordó a mí y a los demás.

Lo odié en ese momento y quise matarlo. Vi a mi padre en una fracción de segundo, pero me tranquilicé y no lo maté entonces, aunque debí hacerlo.

La chica me miró y me suplicó que la ayudara. No comprendo por qué lo hizo si había sido yo el culpable de que la agrediera en ese momento, pero quizás me precipito y ella sí podía ver a través de mí y sabía que seguía siendo un niño maltratado y encerrado en el cuerpo de este adulto.

Pobre Yoongi... Habrá pensado. Necesita una amiga, ¡necesita a alguien para no volverse loco en su soledad!

Tenía razón y volvió a mí a pesar de las consecuencias. Le dejé claro que no quería problemas y que tampoco deseaba que muriera a golpes como un perro callejero, pero ese fue mi error, al igual que el tuyo, Jimin... Le mostré preocupación y algo de afecto y ella movió la cola como si fuera un cachorro.

A lo que me refiero sobre haber cometido los mismos errores, es que tú, Jimin, me mostraste tu carisma, tu amabilidad y calidez; me mostraste la vida que tenías con una sonrisa y te quise en ese momento. Creí que eras un dios que había bajado a la Tierra para mostrarme piedad después de tantos años rezando para que ocurriera un milagro.

Cuando nos conocimos — un par de años después de comenzar a trabajar en la carnicería —, estaba teniendo un mal día. Normalmente, todos los días eran malos para mí, pero aquel fue el peor. Tú llegaste y me trataste como si fuera persona. Fue la primera vez en mucho tiempo que me ocurría y supe que no podía dejarte ir.

AC (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora