Capítulo II: Carnicero.

1.6K 263 173
                                    

Advertencia de contenido: violencia física (gore: desmembramiento, mutilaciones, hemorragias) violencia verbal, mención de abuso sexual y aborto.

Nota de la autora: la mente de Yoongi como asesino es compleja y muchas veces sus pensamientos pueden herir susceptibilidades ajenas. Mantén esto presente durante la lectura.

"El terror no siempre grita, a veces se esconde en un susurro, en la fragilidad de una sonrisa falsa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"El terror no siempre grita, a veces se esconde en un susurro, en la fragilidad de una sonrisa falsa."

El carnicero se mantuvo mirando el cadáver del profesor Oh Junjae sin ningún ápice de remordimiento.

El tiempo había hecho su trabajo. Ahora, el cuerpo yacía rígido sobre la mesa de carnicería, su sangre coagulada formando una pátina oscura sobre la piel. Era el mismo lugar donde Yoongi solía despiezar cortes para la venta, pero esta vez, la carne tenía un destino distinto. Se preparó meticulosamente: el delantal de plástico cubría su ropa, la mascarilla ocultaba cualquier rastro de emoción en su rostro, y el gorro evitaba que la más mínima fibra de su cabello contaminara su labor. Con movimientos precisos, se enfundó los guantes y ajustó las botas blancas, manchadas con el vestigio de sangre animal. A un lado, sobre una mesa auxiliar, los utensilios esperaban relucientes, alineados en una bandeja como instrumentos quirúrgicos antes de una disección.

¿Cómo podía tener el corazón tan frío? Estaba a punto de mutilar un cuerpo, de reducir a un hombre a meros fragmentos de carne, y, aun así, su expresión permanecía impasible. No era arrogancia ni indiferencia; simplemente, no lo veía como algo condenable. Claro, la ley lo tacharía de monstruo sin vacilar, pero en su mente retorcida, esto no era un crimen, sino un acto de justicia. Se repetía a sí mismo que estaba limpiando las calles de escoria, que su trabajo tenía un propósito. No era culpa lo que debía arrancarse del pecho—nunca la había sentido—, sino cualquier resquicio de duda que pudiese interponerse entre él y su deber.

Había tenido todo el día para reflexionar fríamente sobre lo que debía hacer. Sopesó cada posibilidad, evaluó los riesgos y beneficios, y al final, se dio cuenta de que la respuesta siempre había estado frente a él. Si pasaba sus días manipulando cadáveres de animales, ¿por qué no habría de encargarse también de esa insignificante rata? Nadie sospecharía. Nadie imaginaría que, al otro lado del mostrador, no solo se comerciaba con carne animal.

Por supuesto, Yoongi no era un idiota. Sabía que cada tipo de carne tenía un sabor particular, un rastro inconfundible de su origen. La res, el cerdo, el cordero... todas eran distintas. Pero según los múltiples podcasts de true crime que había escuchado, siete de cada diez asesinos con tendencias caníbales aseguraban que la carne humana tenía un parecido inquietante con la de cerdo. ¿No era eso una ventaja? ¿Quién en su clientela tendría la experiencia suficiente como para notar la diferencia? ¿Quién lo descubriría? Las posibilidades de que algún caníbal frecuente pasara por su tienda eran casi inexistentes. Casi.

A.C. (Yoonmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora