"El bosque de Lerm"

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El rocío matinal bañaba la hierba y la neblina se disipaba con los primeros rayos del sol. Un montículo recién excavado resguardaba en su seno los restos del navegante de la nave IV Kurt Cassius. Una cruz de madera y la cabeza del autómata de dicha nave señalizaban el lugar de reposo de quien fuera una vez uno de los navegantes de Rahila. De pie frente al sepulcro se encontraba Aidan Gallagherth, quien miraba con tristeza el recinto sepulcral de su colega navegante.

—Debería continuar mi camino —expresó. Puso la rodilla izquierda en la tierra y se llevó la mano derecha al corazón.

—Hermano, en tu memoria haré que nuestra meta final sea cumplida y que por fin se realice el despertar a mi regreso. Espero encontrar al menos un sobreviviente. Kurt Cassius descansa en paz —se puso de pie, pasó su mano izquierda por la cruz de madera, dio una media vuelta y comenzó a caminar, sin antes voltear a ver una última vez a Kurt.

Se había provisto de algunas provisiones, entre ellas una soga de 15 metros, un cuerno de pólvora, dos bengalas, un mapa y una brújula, elementos esenciales para el viaje que continuaba. Abrió el mapa y trazó la ruta calculada anteriormente por Kurt, decidiendo cuál le llevaría menos tiempo recorrer. Según las especificaciones en el mapa, desde el lugar del accidente había al menos 20 kilómetros para llegar a la salida del valle y 20 kilómetros más de recorrido hacia lo que se señalizaba como el "Bosque de Lerm".

—En fin, tengo un largo camino por recorrer todavía. Me tomará 10 horas completar ese recorrido, no sin algo de esfuerzo de mi parte.

Eran aproximadamente las 8 de la mañana, según la posición del sol. Si no había contratiempos y tomando descansos cortos de 15 minutos por kilómetro, llegaría a los límites del bosque al atardecer y tendría que apresurarse para establecer el campamento y buscar leña para el fuego. Cada minuto contaba. Comenzó el trayecto sin más distracciones. Pasadas las primeras 5 horas, ya había recorrido diez kilómetros y se sentía fatigado. No estaba acostumbrado a caminar tanto y le dolían los pies. Se quitó la bota de piel izquierda y tenía la planta de los pies muy hinchada y roja. También había aflorado una ampolla de sangre, a la cual maldijo. El clima tampoco acompañaba a Aidan, ya que el cielo comenzó a oscurecerse sobre él y las nubes grises empezaron a soltar gruesas gotas de lluvia.

—Felther, a aciaga hora dejas caer tu manto acuoso sobre mi cabeza. ¿Acaso pretendes aminorar mi marcha? —habiendo terminado de blasfemar al "Dios de la Tormenta", una sonora descarga eléctrica descendió con ira sobre un pino cercano, cercenando su copa y dejando una cicatriz de llamas en la corteza. Instintivamente, Aidan se echó de bruces a la mojada tierra, cubriéndose la cabeza con las manos. Felther había respondido a su blasfemia mostrándole la furia de la tormenta. Con las manos en la cabeza, recitaba una plegaria a "Akdione", diosa de los vientos, para que calmara a su colérico esposo con buenos vientos que aplacasen su ira. Pero al parecer, ambos estaban malhumorados el uno con el otro, ya que el viento arreció más y llovía a cántaros.

Quitándose el lodo de su ropa, intentó avanzar a pesar de la lluvia y el viento. Cuando otro impacto mayor que el anterior tuvo como objetivo la tierra a escasos metros de Aidan, cayó de espaldas al suelo aún sobresaltado por tan aciago momento. No tardó ni un minuto para que dos rayos hicieran lo mismo a sus enlodadas espaldas. Enzarzados en una lucha sin tregua, parecía que ninguno de los dos relámpagos quería ceder a la intensidad del otro, haciendo un cráter debajo de ellos. Aidan miraba esa escena atónito hasta que ambos se extinguieron. Intentando recobrar el tiempo perdido y resguardarse de la lluvia, miró al cielo asombrado. Las nubes abrían paso a infinidad de saetas eléctricas que, de forma irregular, descendían del cielo, impactando en el suelo aprisionando a la aventurero formando un círculo a su alrededor.

La barrera eléctrica que lo aprisionaba danzaba a su alrededor, miles de formas extrañas entremezcladas unos con otros, hasta que una se precipitó hacia él. Aidan logró a duras penas esquivarla, pero luego otra y otra pretendían hacerlo objetivo de sus ataques. Rompiendo el cerco eléctrico gracias a una abertura, corría en zigzag evitando las descargas de Felther. Al parecer, se había acostumbrado a esquivarlas, pero cuando estaba más confiado, una detonó cerca de él, siendo expulsado por la explosión y rodando sobre sí mismo. Notó que su capa se incendiaba y la apagó con sus manos. Trató de divisar, entre la lluvia, un refugio provisional y lo encontró en una pequeña formación de piedras que podrían darle cobijo de la tempestad.

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