Los hermanos M

CAPITULO 1

"Cuando no somos capaces ya de cambiar una situación, nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos"
(Viktor Frankl)

San Petersburgo siempre había sido mi hogar, estaba acostumbrada a su gente, al clima y al entorno en el cual se vivía allí. Si me preguntaran en dónde quisiera pasar el resto de mi vida, definitivamente mi respuesta sería San Petersburgo.

Ya han pasado cinco días desde que Circe se convirtió en una Petrova, en la esposa del añorado Ambrose Petrov, mi padre. No por elección. Mi madre biológica murió al darme a luz, el hombre que me engendró nunca apareció, nunca demostró ni un poco de interés por conocer a su heredera, quien, además, según mi padre tengo todas las características que delatan que él es mi verdadero padre, sin embargo, nadie me ha revelado su verdadera identidad. Y no me apetece conocerlo, no quisiera tener interés por alguien que no lo tuvo por mí. Desde entonces Ambrose me adoptó oficialmente, estos dieciocho años se dedicó a darme toda la atención necesaria y a cumplir mis caprichos, hasta que una modelo fanfarrona se entrometió en nuestras vidas y le metió la idea de que meterme en el Internado Santa Mónica en Rusia iba a ser lo mejor para la familia.

El Internado Santa Mónica está en una de las partes boscosas de Rusia, se encuentra lo bastante lejos como para asegurarte que estarás desconectada de la vida. Cuentan con un sistema cerrado y perfectamente estricto, sus instalaciones son demasiado grandes y aburridas, a la vez. En fotografías el internado luce un azul grisáceo con algunas decoraciones grises que daban la ilusión que el lugar era "moderno" para los años que lleva de existencia; en cambio, en persona los colores lucen opacos y delatan los 80 años que lleva el internado.

¿Cómo lo sé? Bueno, tal vez porque me encuentro enfrente del internado, justo como Circe quería.

—Esto está del asco.

—Querida, yo que tú no me quejaría —comentó Circe mientras se aplicaba su labial rosa pálido brilloso, que para el tono de piel bronceada que se hizo hace unos meses, el color le lucía bien—. Harás muchos amigos, tal vez así se te quite lo antisocial y puedas... descubrir los placeres de la vida.

Hice caso omiso a lo que me había dicho. Varias veces Circe intentó que me enredara con varios chicos, al no conseguirlo, la única idea que pasó por su cerebro de plástico fue culparme de inhalar cocaína e incitarla a hacer lo mismo, lo cual fue gravísimo, debido a qué mi apellido era de los más conocidos en todo el pueblo, por dicha razón tenía que ser una hija excepcional y el que me "encontraran" haciendo dicho acto le costó algunos clientes a papá. A pesar de que al principio Ambrose le dio el beneficio de la duda, perder varios clientes y su "enamoramiento" nos trajo hasta el internado.

—Papá, ya te dije que no hice lo que ella te cuenta. ¿Cómo puedes creer en ella si la conociste en un Burdel?

Circe me fulminó con la mirada, pero antes de que pudiera decir algo papá la interrumpió. —Ya lo discutimos, Liana. Estudiarás este año en el internado, si no te gusta, vuelves a San Petersburgo con nosotros, mientras no. ¿Me comprendes o necesito cancelar tus tarjetas de débito?

Salí del vehículo enfurecida. A decir verdad, papá nunca se había comportado de esa manera conmigo, siempre me escuchaba y solía complacerme en las cosas que deseaba, pero, para mi mala suerte la fanfarrona de Circe Volkova llegó a nuestras vidas, como un remolino, a movernos los planes y después destruirlos.

Si menciono que fui el centro de atención, mentiría. En San Petersburgo Ambrose era de los abogados más famosos, aquí no era nada. Circe, después de ser oficialmente una Petrova, su carrera de modelo despegó y se convirtió en las mujeres más bellas y deseadas de todo San Petersburgo, aquí no era más que una chica rubia. Y yo, Liana Petrova, más conocida como "La P.P" que significa Problema Petrova, acá no era importante, sólo era una más de los estudiantes que eran obligados por sus padres a asistir al Internado Santa Mónica.