CAPÍTULO II

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Los rayos del sol se habían despedido dándole la bienvenida a la noche.

Sobre el sofá, en aquella oscura oficina el joven de cabellos azulados recién despertaba. — ¿Qué hora es? — se preguntó frotando sus ojos adaptándose a la oscuridad.

— Despertaste. —

Una segunda voz lo alarmó. Miró hacia la dirección de dónde provenía, encendió la lámpara junto al sofá notando de quien se trataba. Cierto, se le había olvidado por completo. — ¿Estuviste ahí todo el tiempo? —

— Sí. — contestó con cierto fastidio. — Pareces un anciano, te quedaste dormido sin darte cuenta. —

Ao Bing bufó con irritación, recién se había despertado y la bienvenida a la realidad era nada grata. Se levantó de su lugar abotonando su saco dirigiéndose a la puerta donde cruzó miradas con el azabache, ambos se quedaron así unos segundos, unos que empezaban a cargarse de tensión, pero antes de que algo sucediera, decidió cortarlo. — Puedes irte. — terminó por decir antes de salir y perderse entre los pasillos.

Al salir del edificio un automóvil en la entrada lo esperaba; al subirse fue recibido por su chofer iniciando así el viaje a su hogar.

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Al llegar, la puerta de su residencia fue abierta por una de sus sirvientas.

— Bienvenido, joven Ao. — reverencia estirando sus manos recibiendo el saco y corbata del peliazul. — La cena ya está servida, por favor vaya al comedor. —

Sin decir nada, Ao Bing se dirigió hacia el comedor donde el olor de la comida recién hecha lo recibió.

— Por favor joven Ao, siéntese y disfrute. — comentó su chef personal detrás de la barra.

Sin esperar un segundo más tomó asiento mirando cada uno de los platillos esparcidos sobre la superficie del mueble, todo se vía delicioso, pero una difícil decisión lo abrumó: ¿Cuál debía comer primero?

Sin esperar un segundo más tomó asiento mirando cada uno de los platillos esparcidos sobre la superficie del mueble, todo se vía delicioso, pero una difícil decisión lo abrumó: ¿Cuál debía comer primero?

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Sentado en su oficina, el peliazul revisaba los últimos detalles de la documentación.

Hoja tras hoja, cada una de ellas aumentaba el dolor en su cabeza, el estrés que le provocaba era demasiado. Frustrado se echó para atrás descansando sobre el respaldar del asiento soltando un pesado suspiro, cerró sus ojos dispuesto a ceder ante el cansancio, pero unos golpes en la puerta se lo impidieron.

— Adelante. — recobró su compostura regresando a los papeles.

— Buenos días, abuelo. —

Ao Bing levantó la mirada con el ceño fruncido ante el particular saludo. — ¿Qué quieres? —

— Terminé todo, ¿Puedo irme? — respondió el azabache con toda la tranquilidad del mundo.

— Sr. Li, apenas es mediodía, no puede ir- —

— Ne Zha. —

— ¿Qué? —

— Puedes llamarme Ne Zha. —

Ao Bing levantó una ceja, extrañado por aquello.

Por el contrario, Ne Zha sentía innecesaria tanta formalidad, después de todo ahora le pertenecía a la empresa, en especial a Ao Bing, aquel de quien tanto le habían hablado, no aceptaba nada a menos que le interesara o le gustara, y que detrás de aquella imponente imagen se ocultaba algo más.

Entregarse a alguien como él era una condena, ser sobrexplotado laboralmente era la única opción, pero su motivo para estar ahí era personal. Fue difícil convencer a su antiguo jefe.

— Como sea. No puedes irte. —

— No tengo nada más que hacer. —

— Aun así, no puedes. —

— No me puedes obligar. —

Ao Bing suspiró en un intento de contener su enojo, solo habían pasado unas horas desde su contrato y ya era insoportable.

— Por si no lo sabes soy tu jefe. — Ao Bing se levantó, dejando a un lado sus anteojos. — En cambio, tú solo eres un empleado. — caminó unos cuantos pasos quedando frente al escritorio cruzándose de brazos. — ¿Tienes algo más que decir? —

— No, jefe abuelo. — contestó divertido.

— Bien. — restó importancia a aquellas palabras. — Por cierto, sigue los protocolos de vestimenta, pareces un vagabundo. — añadió. Estaba por regresar a su lugar, pero las fuertes pisadas del azabache lo detuvieron, quien colocó sus manos en ambos lados de su cuerpo acorralándolo contra el mueble. — ¿Qué est...? —

— Debo felicitarte por tu gran desempeño. —

— ¿De qué estás hablan...? — una fuerte presión sobre sus labios lo calló; sorprendido se quedó inmóvil y sin saber qué hacer. No hubo movimientos, solo fue un corto, pero fuerte beso.

Ne Zha se alejó un poco aun rosando sus labios contra los contrarios. Una sonrisa se asomó, complacido al lograr su objetivo. — ¿Qué sucede?, ¿Acaso no te gustó? —

— Maldito hijo de puta. — sin contenerse más lo tomó con fuerza de la nuca uniendo sus bocas en un feroz beso donde ambos luchaban por tener el dominio sobre el otro.

Ne Zha sujetó su cintura levantándolo un poco y sentándolo sobre el mueble quedando entre sus piernas. Con desesperación empezó a desabrochar la fina camisa de Ao Bing rompiendo uno que otro botón hasta quitársela dejando su torso desnudo. Separándose del beso bajó por la suave piel depositando hambrientos besos hasta llegar a uno de sus pezones donde empezó a succionar y morder sin piedad.

Ao Bing se retorcía en su lugar, jadeando al sentir las fuertes mordidas, su pezón era maltratado por los dientes del azabache.

Lo jaló del cabello obligándolo a mirarlo. — No te des tanta libertad. — sonrió. Bajó del mueble empujando a Ne Zha hasta el sofá, quedando solo él de pie disfrutaba de la vista. — Tú y yo nos entenderemos bien. —



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