Después de las insufribles y heladas vacaciones de Navidad, tomé la difícil decisión de perder mi miedo y declararte mi amor. Al chico que me ha gustado desde siempre, el que había hecho hasta lo imposible por siempre sonreír y alegrar mis días.
Cuando estuve frente a tu puerta, la decoración de madera que avisaba el nombre de la funeraria me tomé mi tiempo en mirarla confundida. Pero entendí que al ver las aglomeradas personas vestidas de negro era un indicio de que habías perdido a un ser querido.
Entonces opté por entrar con el nerviosismo latiendo dentro de mí y seguir el pasillo de las escaleras que dirigía hacia el lugar, donde entraban y salían gente.
Cuando estuve bajo el techo de tu casa, mi mirada rápidamente buscó tu presencia. No te encontré.
Cerca del ataúd en una esquina se encontraba tu mamá en una silla tan negra como su vestido, llorando con tanto dolor que me desgarró. Aún con el nerviosismo seguido de la tristeza, me acerqué y le di mis más sentidos pésames sin saber quién era el familiar que falleció.
Me alejé un poco y peiné mi mirada sobre la triste estancia. Luego de unos segundos mirando el ambiente, me armé de valor y le pregunté por ti. Tu mamá solo me respondió llorando como antes, y tu padre me dio la peor noticia de mi vida. En aquella caja cuadrada y sin vida estabas tú.
Muerto.
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Antes de volver amar
Short StoryEl amor se puede interpretar de muchas maneras tiende hacer tierno, doloroso, paciente hasta llegar a ser doloroso. Pero al fin de cuenta, nos enamoramos porque somos seres humanos que nos encanta el contacto que lleva amar a una persona, sobre tod...