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En Midas, el mar resplandece dorado. Por lo menos, ésa es la ilusión. En realidad, es tan azul como cualquier otro, pero la luz crea ilusiones. Ilusiones inexplicables. La luz puede mentir.

Las torres del castillo se levantan sobre la tierra, construidas en la más alta pirámide, hecha de oro puro, y cada piedra y ladrillo es una brillante extensión de la luz del sol. Las estatuas se dispersan en el horizonte y, en las ciudades cercanas a la ladera, las casas están pintadas del mismo tono. Las calles y los adoquines brillan de amarillo, de modo que cuando el sol golpea el mar, éste centellea en un reflejo inconfundible. Es sólo durante los momentos más oscuros de la noche que se puede ver el verdadero azul del mar de Midas.

Como príncipe de Midas, se supone que mi sangre está compuesta del mismo oro. Cada tierra de los cien reinos tiene sus propios mitos y fábulas para su realeza: los dioses tallaron a la familia Págos de la nieve y el hielo. Cada generación está dotada de cabello como leche y labios tan azules comon los cielos. Los miembros de la realeza de Eidýllio son los descendientes del Dios del Amor, por lo que cualquiera que sea tocado por ellos encontrará a su alma gemela. Y los monarcas de Midas fueron creados de oro.

La leyenda dice que toda mi familia sólo sangra tesoros. Por supuesto, he sangrado mucho a lo largo de mi vida: las sirenas pierden la calma cuando cambian el papel de cazador a presa, y sus uñas se han incrustado en mis brazos. Mi sangre ha sido derramada con más frecuencia que la de cualquier príncipe, y puedo dar fe del hecho de que nunca ha sido de oro.

Mi tripulación lo sabe. Han sido ellos quienes han limpiado mis heridas y cosido mi piel. Sin embargo, prolongan la leyenda y ríen y asienten de manera sospechosa cada que la gente habla de mi sangre dorada. Nunca traicionarían el secreto de mi ordinariez.

—Por supuesto — Joy dirá a cualquiera que pregunte—. El capi está hecho de las partes más puras del sol. Verlo sangrar es como mirar los ojos de los dioses.

Yang siempre se inclinará y bajará la voz de la manera en que sólo alguien que conoce todos mis secretos podría hacerlo.

—Los hombres y mujeres, después de haber estado con él, lloran lágrimas de metal líquido durante una semana. La mitad por extrañar terriblemente sus caricias, y la otra para recuperar su orgullo.

—Sí —agrega Lucas siempre—. Y también defeca arcoíris.

Me detengo en el castillo de proa del Saad, anclado en los muelles de Midas. Me inquieta la idea de poner mis pies en tierra firme después de tantas semanas. Siempre es así. Más extraña todavía es la idea de que tendré que dejar las partes más auténticas de mí en el Saad antes de dirigirme a la pirámide y a mi familia. Ha pasado casi un año desde que partí, y aunque los he echado de menos, parece no haber sido suficiente tiempo.

Yangyang permanece a mi lado. El resto de la tripulación ha empezado acaminar, como un ejército en marcha hacia el palacio, pero él rara vez se aparta de mi lado a menos que se lo pida. Mi contramaestre, mi mejor amigo, mi guardaespaldas. Él nunca admitiría esto último, aunque mi padre le ofreció dinero suficiente para el cargo. Por supuesto, para ese momento Yang ya había sido parte de mi equipo el tiempo suficiente para saber que era inútil intentar salvarme, y mi amigo lo suficiente para estar dispuesto a intentarlo.

Aun así, tomó el oro. Tomaba la mayoría de las cosas sólo porque podía hacerlo. Era parte del trabajo de ser hijo de un diplomático. Si Yang iba a decepcionar a su padre uniéndose a mí en una cacería de sirenas en lugar de pasar una vida en la política y las negociaciones entre los reinos, entonces no lo haría a medias. Tiraría lo que tenía dentro. Después de todo, la amenaza de ser desheredado ya se había cumplido.

Alrededor de mí, todo resplandece. Los edificios, los pavimentos y hasta los muelles. En lo alto, cientos de pequeñas linternas de oro flotan camino a los cielos, celebrando mi regreso a casa. El consejero de mi padre proviene de la tierra de los adivinos y los profetas, así que siempre sabe cuándo estoy a punto de regresar. Cada vez, los cielos danzan con linternas encendidas, enjoyadas, al lado de las estrellas.

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⏰ Última actualización: Sep 05, 2023 ⏰

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