Capítulo 1

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—Roberto, creo que eres lo suficientemente mayor como para saber si te conviene o no hacerte una paja en un bote y darle el resultado a una pareja lésbica a cambio de dinero.

Bufó contra el altavoz del teléfono, pasándose las manos por el pelo de forma compulsiva. El viento se lo había despeinado ya bastante, por lo que en realidad no era un problema. Tampoco se lo había secado después de ducharse, por lo que lo tenía especialmente rizado. Se lo tomó como un acto de rebeldía.

—Si no estás seguro, no lo hagas, Roberto —quiso ayudarle Rocío. ¿Estaría con algún otro paciente? Se sintió mal por llamarla hasta que recordó que la clínica no habría los sábados por la tarde. Duró poco el alivio al ser consciente de que, entonces, no era su psicóloga, sino una persona queriendo disfrutar de su tarde libre—. Ya te he dicho que te encuentro capacitado, si lo tomas de la forma más impersonal posible. Mantén un vínculo justo, de cordialidad, y así no te sentirás muy ligado a todo el asunto. ¿Has donado sangre alguna vez?

—Sí.

—Bueno, pues, entiendo que no tiene nada que ver, pero intenta verlo como algo parecido. Quitarle la sensación de que tendrás un hijo por ahí. —Sonrió cuando la chica tuvo que frenar por un estornudo. Escucharla hablar siempre le tranquilizaba— Nunca será tu hijo, ni tú su padre: una familia es mucho más que un poco de ADN compartido. Piensa en ellas: solo una será su madre biológica. ¿Eso hace menos madre a la otra? No, porque querrá a ese bebé, lo cuidará y le enseñará. Tú no harás esas cosas por muchos genes tuyos que tenga. —Rocío calló, pero no obtuvo respuesta, él solo asintió, cosa que ella tampoco podía saber. Supuso que por eso resopló— Mira, sé que quieres poner tus ideas por delante de todo y ayudarlas, pero si no estás completamente seguro de poder asumirlo, no lo hagas. Ponte a ti por delante, Roberto.

Cogió aire con fuerza por la nariz. No podía hacerlo, se sentiría un egoísta mirando por sí mismo en lugar de ayudar a esas dos chicas. Por eso, se tragó el nudo en la garganta y colgó a Rocío, diciéndole estar seguro y mencionando que todavía no había nada fijo. Se separó de la pared en la que se había apoyado y empezó a caminar, terminando en el parque más cercano. Había quedado a las cuatro, por lo que ya llegaba bastante tarde. ¿Qué más daba un poco más? Se sentó en el respaldo de un banco como siempre hacía, con los pies tocando la tabla en la que debería estar su culo. Tenía las manos congeladas y maldijo lo secos que tenía los labios después de lamérselos.

Una entrevista. Tenía que ir a una entrevista con un matrimonio formado por dos chicas, Lara y Marga, que buscaban a un donante de semen para que una se realizase una inseminación artificial y así poder ser madres. Iba a ser donante de semen. «Todavía no hay nada fijo, Roberto, solo es una entrevista pueden coger a otro», se recordó a sí mismo. No ofrecían mucho, lo suficiente para darse un buen capricho ese mes (que no se moría de hambre siendo fotógrafo, pero tampoco es como si pudiera tirarlo por la ventana) y, además, ponía que era negociable. Pero su ofrecimiento para la labor iba más allá de beneficios económicos.

Era por su hermana. Gloria había tenido bastantes dificultades para concebir y él había visto en ella la rabia y la angustia cada vez que le bajaba la regla (y no por los dolores de cabeza y mancharse las bragas). Alguna vez había llorado delante de él por el miedo a no poder ser madre, con las ganas que tenía. Él había visto la tensión que generaba la posibilidad de no poder formar una familia, si podía ayudar lo haría. Nada podía ser más bonito que el brillo en los ojos de su hermana cuando cogió en brazos a su bebé por primera vez.

Si Roberto podía hacer que otras pupilas portasen esa luz, lo haría.

Sacó la caja de tabaco que llevaba en el bolsillo interior de su cazadora de cuero y se levantó de un salto. Tenía que dejarse de nervios y«Mierda». No tenía mechero. Resopló exasperado y le pegó una patada a una de las patas del banco. Necesitaba fumar. Como mínimo un cigarro. Revisó en su teléfono la dirección a la que tenía que ir. No estaba muy lejos, pero no se veía capaz de aguantar. Tenía muchas ganas de fumar y estaba nervioso. Fumar le tranquilizaba. Tenía que fumar.

He vuelto a aparecer | A LA VENTA 2 DE AGOSTO EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora