Capítulo 2

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—Por el amor de Dios, que Pepa no haga sus necesidades aquí.

Ambos hombres se giraron a mirar a la perrita, diminuta y blanca con zonas marrones. Tras una vuelta sobre sí misma, sus ojitos, tan redondos como saltones, se posaron en ellos y miró a Roberto con las orejas gachas, sentándose sobre sus patitas traseras, como si quisiera transmitirle lo triste que estaba con que no confiase en ella. O al menos así lo sintió el canario, que se dio la vuelta con disgusto y el ceño fruncido.

—Sabes que no. Tendré cuidado y la sacaré enseguida —quiso tranquilizarlo el otro con una sonrisa alegre, esas que siempre tenía—. Siempre me busca cuando quiere hacer caca. —Roberto se mordió el labio, imaginando con ternura a la pequeña mascota correteando hasta su amigo para no manchar nada— Y paró ya en varios árboles viniendo.

—Bua, lo siento, de verdad. —Las manos de Dani se apoyaron en sus hombros— Es que estoy atacado. Me da miedo que...

—Te van a coger —le cortó, temiendo que sus dudas fueran por no verse elegido por las dos chicas. Sus ojos verdes miraban directamente a los suyos, con ese brillo divertido que le caracterizaba—. Si les gustaste en una entrevista de mierda, es imposible que no lo hagas de normal, tío, si eres la leche.

Rio negando con la cabeza.

—Lo que me asusta es tenerle cariño a esa gente, Dani. Que yo no voy a ser nadie en el proceso. Por eso me lo quiero quitar cuanto antes de encima, ¿por qué crees que te llamé?

Y así fue. Estaban a martes, habían pasado apenas tres días desde que todo empezase y él trabajaba tanto mañana como tarde, descansando los jueves. Pero tenía que terminar cuanto antes, por eso le había pedido a su amigo, el eterno parado del grupo (para la tristeza de todos), que le cubriese una tarde en el estudio, como ya había hecho en alguna otra ocasión. Dani siempre estaba dispuesto a echar una mano y tenía conocimientos sobre el asunto (no se conocieron formándose en cursos de fotografía por nada), así que decidió jugar esa baza.

Había quedado con Ángel en un parque para dar una vuelta, charlar un poco y que pudiese conocerle. Salió de su estudio tras plantar un beso en la mejilla de su amigo y pasar su mano por el pelaje de Pepa, que profirió un ladrido suave cuando se alejó de ella; cogió la cámara que no tenía que dejarle a Dani para trabajar, la pequeña, la que podía llevar en cualquier sitio.

Se fumó un cigarro en el camino hacia su moto y guardó sus cosas en el compartimento del que sacase su casco, junto al otro que tenía de más (ese que tanto Álvaro como Dani se habían puesto ya infinidad de veces). Miró su reloj para comprobar que iba bien de tiempo y partió hacia el parque en el que habían quedado, encontrando un hueco para aparcar una calle antes de llegar. Se dio cuenta de que no había sido muy necesario el vehículo, que hubiese llegado con tiempo de haber andado. De hecho, le habría sobrado: el rubio llegaba tarde.

Sin evitar el bufido, expulsó el humo del segundo pitillo que se encendía esperándolo. «No fumes ya más por hoy, Roberto». Lo terminó y abrió el paquete de chicles que había comprado esa misma mañana. Así hacía algo y se libraba un poco del olor a tabaco, que tampoco sería muy agradable.

No le molestaba especialmente que la gente no fuese puntual cuando quedaban con él, puesto que a veces era un tardón también (algo muy maleducado, lo sabía). Y como él se había retrasado con ellas el sábado, no se encontraba en posición de quejarse demasiado. Por eso, hasta que le vio aparecer a lo lejos, se dedicó a pensar en cómo debía actuar. ¿Algo frío? ¿Marcaba bien los límites?

Creyó poder hacerlo, hasta que tuvo al chico a su altura y no pudo no sonreírle de manera afable. Era el momento de pasar a su segundo plan: actuar con normalidad. Después de todo, solo le vería un par de veces, podía manejar eso sin encariñarse (no iba a ser la primera vez que tuviese que ver a una persona más de diez minutos y después cada uno con su vida, trabajaba de cara al público), le suponían un problema mayor Marga y Lara, con las que, supuso, pasaría más tiempo debido a las pruebas y necesidades que surgiesen y le requiriesen a él.

He vuelto a aparecer | A LA VENTA 2 DE AGOSTO EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora