III

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"No sabía que estaba soñando, no sabía lo cómodo que era hasta que la muerte llegó lentamente a mis pies. Eres un cazador y yo una presa, lentamente perdiendo porque necesito este dolor para saber que estoy vivo."

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En el momento que le pidió a Hisashi la mano de Izuku, pensó en cómo terminaría con el matrimonio. Pensaba tener al menos un hijo con el Omega, un varón para que siguiera su línea familiar y después matarlo de alguna manera que no levantara sospechas. No le gustaban los omegas, la mayoría apestaban a decepción y siempre estaban buscando con sus ojos alguien en quién confiar. No se podía confiar en una persona que cada cierto tiempo solo deseaba una polla metida el culo, no se podía confiar en la debilidad del mundo. Los omegas eran necesarios para seguir con la línea de sucesión, nada más. El amor y la desagradable sensación de necesidad era un obstáculo, todos los alfas que había conocido a lo largo de su vida eran débiles con un ser inferior.

Un Omega.

Desde que conoció a su madre cuando era pequeño, se juró a sí mismo que no tendría a ningún Omega a su lado. Caprichosos, débiles y manipuladores. Seres absolutamente desagradables.

Pero necesitaba una pareja y se estaba haciendo mayor, sus amantes anteriores habían sido un error tras otro. Tuvo que deshacerse de cada una de ellas, hasta de sus familias si era necesario. Ninguna era suficiente, ninguna le daba un valor agregado a su fortuna hasta que vió a Hisashi ofreciendo a su hijo como un premio de bingo. No había retrato, solo palabras de un hombre en el cual no se podía confiar; era perfecto. Un Omega de dieciocho años que era heredero de la finca más hermosa del país, con un dote perfecto para iniciar una campaña de soldados por si lo necesitaba algún día. Sin embargo, Izuku Midoriya no era nada comparado a las descripciones de su padre. Ariadna lo había descrito como un pequeño polluelo que no sabía controlarse a sí mismo, que apestaba y que era puro. Hisashi lo describió como un chico enamorado de lo simple, que se sorprendería con cualquier cosa que le ofrecieran. Eso era bueno, de esa manera su rutina diaria en el castillo no se vería interrumpida. El chico vivió un mes en la habitación más pequeña y no se quejó.

Solo lloro en silencio, era perfecto.

Y cuando lo vió caminar en la catedral lo entendió, no era perfecto. Era un problema.

Hisashi no lo describió físicamente, Ariadna dejó en claro que era demasiado delgado para llamar la atención pero ella se equivocó, todos los alfas de la catedral lo vieron embelesados. Era un buen omega, buenas caderas, mirada esperanzada y piel lisa. Llamaba la atención, no sería fácil deshacerse de una persona que llamaba la atención. Entonces se tropezó en el suelo, justo al lado del bastardo del rey. Katsuki Bakugō le tendió la mano, lo sostuvo hasta el altar como una muestra de cortesía pero para él fue claro el desafío. "Cuida más a tu esposo, imbécil." Traducción: Descuídate un segundo y te lo quito. Ese era un gran problema, uno enorme y que si no actuaba rápido iba a terminar antes de siquiera empezar. Por suerte, Katsuki no era una persona tan evidente, al ser el duque tenía una reputación que cuidar. No sería capaz de armar un escándalo por un Omega que acababa de conocer. Se confió de eso y tomó a Izuku.

Otro error, dejó ir al muchacho.

Debió haberlo mordido, haberlo golpeado, cualquier cosa que fuera suficiente para mantenerlo en su poder. Izuku era más escurridizo que sus amantes anteriores, se había asegurado de ser más brusco pero incluso eso no fue suficiente. Envió a Hari para que lo fuera a buscar pero el alba se presentó, y con ella, la muerte de sus mejores hombres. Hari estaba muerto, su mano derecha se hallaba partido a la mitad y su Omega estaba desaparecido. No. NO. ¡NO!
Error tras error, eso era lo que había cometido con el Omega. Se había encargado de enviar a Hisashi e Inko a otro continente para que establecieran relaciones comerciales; les prometió un nieto y ahora no tenía a su esposo. No confiaba en nadie, ninguno de sus empleados había sido lo suficientemente competente como para haberlo retenido pero no podía culparlos mucho, él tampoco había podido detener al Omega.

 MisbegottenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora