2. Un nuevo hogar.

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POV Irene

Era irónico. Jodidamente irónico. Mi madre me había puesto el nombre Irene, que en griego significaba paz.

Jodida. Mente. Irónico.

Mi nombre podría significar todo menos paz en estos momentos.
Desde hacía 30 minutos sentía que alguien me vigilaba y, al dar una vuelta errónea sucedió. Un hombre común y corriente se convirtió en un maldito monstruo de pesadilla. Había dos opciones:
Eran alucinaciones ó de verdad estaba pasándome esto a mí.

Corrí junto a mi amigo John, que en ese momento se empezaba a quitar los pantalones.

-¿¡Qué demonios haces, John?! -grité-. Estamos a punto de ser atacados por un maldito monstruo y...¿¡tú te quitas los pantalones!?

-Cierra la boca, Irene, estás llamando la atención -me respondió él.

-Claro, como si un chico de unos 15 años quitándose los pantalones no llamara la atención lo suficiente.

-Irene, escúchame, por favor. Estás en grave peligro. No es el momento para explicártelo todo pero ahora corre hacia esa colina -mencionó señalando a un lugar que yo no había visto-. Cuando llegues estarás a salvo. A la cuenta de tres corres, yo lo distraeré.

-Debes estar de broma si crees que te abandonaré aquí.

-Uno...

Mi corazón latía más rápido que nunca. Mi mente se aceleraba tratando de crear otra manera de salir de eso vivos.

-Dos...

Mis piernas estaban flexionadas, listas para correr. Mis ojos se movían frenéticamente, listos para comprender mi entorno.

-¡Tres!

Sin darme tiempo de reaccionar, John me empujó fuera del alcance del monstruo, intenté acercarme a él pero John con señas me indicaba que me largara. Le hice caso. Corrí como nunca, las ramas crujían bajo mi peso y algunas me dejaban rasguños en la cara y en los brazos mientras pasaba. No había tiempo para detenerse a revisar los pequeños cortes.
A unos 20 metros de llegar a la cima, un rugido hizo temblar el suelo mientras se escuchaba el sonido de unos cascos de caballo. No podía ser un caballo, era miles de veces más pesado.
Me di la vuelta, ahí estaba, el mismo monstruo que había atacado en el callejón estaba en frente de mi, con sus ojos llameantes de furia. Busqué a John con la mirada pero lo único que encontré de él fue su gorra colgando de uno de los dientes del monstruo. John había muerto. Todo por mi culpa.
Un ataque de rabia me invadió. No había sido capaz de defender a la persona que siempre había estado ahí para mí y todo por pura cobardía.
A unos 3 metros de mí había algo que relucía con la luz del atardecer. Podía ser un arma. No perdía nada con intentar usarla... Excepto mi vida.

Retrocedí lentamente, sin despegar los ojos del monstruo que se acercaba dando trompicones. Llegué al lugar donde se encontraba el arma y me agaché lentamente. Era un carcaj con flechas bastante singulares, todas emitían un brillo especial, como si estuviesen echas de las mismísimas estrellas. Al no saber usar el arco agarré la mayor cantidad de flechas. En ambas manos me cabían al rededor de unas 6. El monstruo al parecer captó que mi idea era atacarlo y empezó a acercarse a mayor velocidad. Retrocedí de espaldas tratando de llegar a la cima pero el tronco de un árbol me detuvo. El monstruo aprovechó estas milésimas de segundo para lanzarme un árbol, ¡un árbol! Antes de perder la cabeza me agaché. El impacto resonó a través de la colina y yo solo esperaba que alguien lo oyera. Empecé a gatear y a incorporarme lentamente, 5, 4, 3 metros... el monstruo me iba a alcanzar. Con uno de sus largos brazos trató de lanzarme por lo aires pero clavé una de las flechas en su mano, ésta empezó a deshacerse, era increíble y espeluznante. Dio un traspié y aproveché el momento para clavar otra flecha en su pierna, tuvo el mismo efecto que en la mano.

Estoy enamorado de... ¿Quién?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora