━━━━ ❝No solo el hierro y el fuego forjan una reina; el dolor y la traición también lo hacen.❞
「𝐄𝐍 𝐃𝐎́𝐍𝐃𝐄」── En un mundo donde el destino no siempre es amable, Rhaenyra Targaryen, también conocida como "La Reina Dragón" y "Rhaenyra la Cruel"...
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❝ No soy una mujer común.
Mis sueños se harán realidad❞
⸻ EL AIRE VIBRABA CON UNA ELECTRICIDAD PALPABLE MIENTRAS RHAENYRA AVANZABA CON PASO DECIDIDO HACIA EL IMPONENTE TRONO DE HIERRO EN DESEMBARCO DEL REY. Cada paso resonaba en su interior como un tambor de guerra, marcando el compás de un destino anhelado. Sus ojos violetas, estaban ardientes como brasas, destilaban una feroz determinación, revelando la fuerza inquebrantable de su espíritu y la certeza de su derecho a gobernar los Siete Reinos; un legado que le había sido arrebatado en otra vida, como si el mismo tiempo se burlara de sus más fervientes aspiraciones.
Antes de proseguir hacia el trono codiciado, que brillaba con un fulgor amenazante y una oscura promesa, Rhaenyra se detuvo en medio del caos y la desolación que su furioso dragón, Drogon, había desatado sobre la ciudad. Las ruinas humeantes se alzaban a su alrededor, y los ecos de lamentos desgarradores resonaban en sus oídos, recordándole el precio amargo que había tenido que pagar por su insaciable sed de poder. Las sombras de sus decisiones pesaban sobre ella como cadenas forjadas en el yunque de la culpa y el sufrimiento que había infligido.
A pesar de que las campanas sonaban en señal de rendición, el eco de la misericordia se desvanecía en los oscuros rincones de su alma atormentada. Se sentía inmóvil, atrapada entre la ambición que la consumía y la devastación que había desencadenado, como una reina que contempla su reino hecho cenizas. En su mente reverberaba la imagen de Tyrion Lannister, su leal consejero, cuyas lágrimas silenciosas suplicaban clemencia en medio del fragor de la batalla. Su rostro pálido y la frustración que surcaba sus ojos le ofrecían un matiz aún más doloroso a la historia que se escribía con sangre y fuego.
— ¿Es esto realmente lo que quiero?— La pregunta reverberaba en su mente como un eco en un vasto vacío, mientras la imagen de un futuro brillante se desvanecía, convirtiéndose en un espejismo distante. Cada lamento que penetraba su conciencia era un recordatorio agudo de que el poder, aunque seductor, a menudo venía con un precio devastador; un precio que ella ya había comenzado a pagar con la moneda de su propia humanidad.
— Daenerys, por favor... Detén esta carnicería.— Las palabras entrecortadas de Tyrion resonaban en el aire, cargadas de angustia y desesperación, como un grito en medio del caos.
Sin embargo, el fuego vengativo que ardía en su interior ahogaba cualquier atisbo de compasión. Con una determinación fría y despiadada, la Madre de Dragones rechazó las súplicas de clemencia.
—Esta ciudad ha sellado su destino con traición.— susurró, su voz cortante como el acero valyrio, impregnada de un poder que hacía temblar la tierra bajo sus pies.
Sus ojos violeta brillaban con una mezcla letal de justicia y sed de venganza, un destello que prometía tanto redención como destrucción.
Mientras esas palabras resonaban en su mente, Jon Snow se acercó a ella, la mirada llena de pesar, como si cada paso que daba la llevara más lejos de la mujer que amaba.
