Capítulo 01: Acogedor.

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Dongyoung entró a su cafetería y, por mera costumbre, las luces se encendieron en modo automático, como si ellas fueran consientes de que el dueño del establecimiento se encontraba presente.

Habían varias zonas que el pelinegro adoraba con toda su alma; una de esas tantas era su preciada sala privada. Nadie se atrevía a preguntarle el porque pasaba la mayor parte de su tiempo dentro de una habitación que, a simple vista, se encontraba oculta de toda la molesta clientela que solo sabía quejarse del servicio lento en invierno, y tampoco es como que el fuese a responder de buena manera si alguien se atrevía a hacer preguntas tontas.

Solo disfrutaba de su paz.

Le había costado demasiado forjar una tranquila existencia dentro de la tierra, recorrió un largo camino lleno de seres humanos que solo buscaban lograr sus propios objetivos mientras escalaban sobre los hombros de sus compañeros.

Ojalá algún día poder entender toda la mierda que los humanos llevaban en el cerebro, no era sencillo planear algo que terminara en tragedia solo para después darte cuenta de que esos seres extraños se te habían adelantado.

El tintineo de la puerta principal hizo que Dongyoung levantase la mirada, sin mucho interés aparente y con ganas de asesinar a cualquier cosa parlante que se atreviera a decirle "buenos días" como si se conocieran de toda la vida.

Para su fortuna solo se trataba de Mark, un angelito en toda la extensión de la palabra; tenía un bonito cabello rizado, naturalmente rubio, que brillaba contra la luz del sol. Sus ojos eran azules, pero un tipo de azul que te recordaba al cielo, no a la profundidad del mar. Sin duda alguna la clara representación de un ángel, o por lo menos lo que los humanos tenían presentes en todos aquellos retratos.

Algo racista si lo querían analizar a fondo, pero el no era nadie como para preocuparse por esos asuntos, que le dejen el trabajo a las personas de Twitter.

—Hoy vi una ranita —exclamó Mark con felicidad, su sonrisa fácilmente podría dejar ciego a cualquiera. —La ayudé a cruzar para que no le hicieran daño en medio de la acera.

—¿De nuevo interviniendo en los planes de tu sagrado celestial? —Dongyoung alzó sus cejas, su mirada fija en el ángel joven, quien había comenzado a sentirse nervioso por la acusación. —Es broma, no afecta en nada a los planes de Ella si una rana muere o no.

Tampoco si moría una o mil personas a la vez.

—Los clientes llegarán en cualquier momento —Mark tomó su uniforme, acercándose al pelinegro para que le ayudara a ajustarlo.

Dongyoung era malo, pero no un mal amigo, así que le ayudó.

—Listo.

—Para ser un demonio eres demasiado amable —habló el ángel en ese tono de voz que siempre molestaba al contrario.

—Alguien se quiere quedar sin vacaciones pagadas, por lo que veo —dijo Dongyoung para si mismo, sonriendo internamente cuando escuchó los quejidos de Mark. —Solo haz tu trabajo.

A Dios le importaban tan poco sus hijos que ni siquiera se asomaba a ver el desastre que llevaban en la tierra, el lugar que construyó para que fuese su paraíso. Incluso, a este punto, dudaba que le importaran los mismísimos serafines, terceros en la jerarquía celestial... no, no tenía tiempo para explicar a detalle como se dividían las cosas en el maldito cielo. Lo único que sabía hasta ahora era que todos podían confirmar el hecho de que Dios tenía sin vigilancia a los ángeles, los únicos encargados en asuntos terrenales, capaces de hacerse pasar como cualquier ser humano normal sin levantar la mínima sospecha.

¿Quién era el para juzgar al todopoderoso y su extraña administración?

Los clientes comenzaron a llegar y Dongyoung se retiró a su sala privada para no ser perturbado. Gracias a Satanás tenía un empleado muy leal a su trabajo, nunca sería capaz de fallarle. Fue una verdadera suerte cruzarse con Mark en su camino, ese ángel adoraba tanto la cafetería justo como él lo hacía, tan solo ese pequeño factor ya lo hacía el perfecto candidato para manejar el negocio a su antojo.

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