My Favorite Bro (Yeongyu)

4

Yeonjun

—¿Estás listo para ir, cariño?.

Beomgyu levantó la vista del libro que estaba leyendo hacia donde yo estaba de pie junto a la puerta.

—¿Cariño?

Le dediqué una sonrisa maliciosa.

—Solo probándolo en voz alta.

Sacudió la cabeza y se puso de pie lentamente.

—La cena no es hasta dentro de veinte minutos más o menos. Tenemos algo de tiempo.

—Oh, increíble.

El bungalow en el que nos alojábamos era unas mil veces mejor que mi apartamento, con una pequeña cocina con como tres pies cuadrados de encimeras de granito, una hamaca e incluso una maldita piscina privada en el patio trasero, rodeada de suficientes palmeras para proveer algo de privacidad mientras permite bañarse desnudo al alcance del oído del océano. Estaba empezando a pensar que este lugar valía cada centavo... probablemente porque no eran mis centavos.

Beomgyu cruzó la habitación para sacar algo de su maleta cuando uno de los comentarios pasivo-agresivos de Imbécil McGee me vino a la cabeza.

—¿Gyu? ¿Qué pasa con la maleta?

Suspiró, sacando un par de chancletas.

—No es de Taehyun, pero él me lo compró.

Beomgyu se sentó en la cama y se quitó los calcetines.

—Fue un regalo de cumpleaños cuando empezamos a salir. Me dijo que quería llevarme por todo el mundo y que necesitaba un 'equipaje decente' si quería que me vieran con él.

Miró al objeto ofensor, con los hombros hundidos.

—Me hizo tirar el mío entonces, así que esto era todo lo que tenía.

Estas aventuras eran nuevas para mí.

—¿A dónde fuiste?

Se rió suavemente.

—Todavía tenía las etiquetas hasta ayer.

Odiaba a este tipo más cada segundo.

Beomgyu respiró hondo, como si el aire fresco pudiera despejar las nubes de dolorosos recuerdos de su mente.

—El ayuda de cámara me dijo que hay un camino que conduce a una playa privada. ¿Quieres ir a ver el océano?

Diablos, sí, lo hice. Abrí la puerta, haciéndole un gesto a Beomgyu para que pasara. Miró por encima del hombro, con el rostro contraído por la preocupación, las ventanas abiertas.

—Deberíamos...?

Me reí.

—Vamos, hombre, estamos en el paraíso. Estoy bastante seguro de que tus libros estarán bien.

Me miró, con la boca peligrosamente cerca del puchero que sabía que finalmente me obligaría a cerrar y bloquear las ventanas, así que lo agarré del codo y lo guie suavemente.

—Vamos a ver esta playa privada.

Me quité mis Crocs, colgándolos de dos dedos, la cálida arena moviéndose bajo mis pies mientras seguíamos el camino rodeado por una jungla de plantas y flores tropicales.

Beomgyu estaba delante de mí, llegando a la abertura antes que yo y jadeó. Cerré la brecha rápidamente, esperando encontrar una lagartija o un pequeño animal que se hubiera cruzado en su camino.