01

36 9 0
                                    

—¡Despierta, holgazana! ¿Así pretendes empezar tu primer día de clases? —La aguda y chillona voz de Min Jee logra despertarme.

Me toma un tiempo asimilar dónde estoy, quién soy y en qué momento comencé a estar viva siquiera, hasta que recuerdo...

—¡Mierda!

Me levanto y aparto el cobertor de golpe.

¿Por qué no sonó mi alarma? ¿Por qué siempre me tienen que pasar estas cosas a mí? ¿Por qué hoy?

— ¡Oye, mamá dijo que no podemos decir palabrotas en esta casa!

Ignoro sus regaños. No solo porque realmente no soporto cuando Min Jee pretende comportarse como si ella fuera la hermana mayor y responsable, sino porque tampoco tengo tiempo siquiera para discutir con ella.

Rápidamente me levanto de mi cama y me pongo el uniforme como Dios me da a entender. Agradezco mentalmente esa bendita costumbre que tengo de dejar todo preparado un día antes.

— Min... ¿Dónde está Matthew?

Min Jee se cruza de brazos, juzgándome.

— Mírate, ¿de verdad piensas ir así a la escuela? —Chasquea la lengua y niega, como si hablar conmigo fuera un caso perdido— Se fue hace rato.

— ¿¡Qué!?

Lo odio. A veces, realmente lo odio.

Salgo disparada de la habitación tomando mis cosas e ignorando los gritos de mi hermana menor tras de mí. Mi estómago exigía alimento, pero tendría que hacerme cargo de ese detalle después.

Quizá si me voy en bici pueda llegar más rápido que en autobús. Papá solía decir que yo podría ser la próxima medallista olímpica en ciclismo. Rápidamente, tomo la mochila del comedor y salgo de la casa.

— Ese idiota prepotente....

La cadena que ata a mi bici parece no querer ceder.

¿Por qué cuando uno está más apurado las cosas parecen ir en cámara lenta?

No me importa si no quieres ceder, voy a partirte en pedazos si es necesario.

Jalo la cadena con desespero.

— Buenos días también para ti, ChaeRin-ah.

Me congelo literalmente en mi lugar al escuchar su voz. ¿Por qué hoy de todos los días tenía que verme así, en esta situación? Quiero patalear y maldecir y decir palabras de las que seguramente Min Jee se quejaría, pero eso me haría ver todavía más ridícula.

— Hanbin... —Lo saludo, avergonzada. Mi voz suena tan débil que no estoy segura siquiera de si pudo escucharme.

Sung Hanbin se ve espectacular, como siempre. ¿Cómo alguien puede verse tan bien utilizando el uniforme escolar?

¿Y por qué mis manos sudan tanto cuando lo veo sonreírme?

Necesito tranquilizarme.

— ¿Tarde en tu primer día? —Niega y se ríe con incredulidad, mientras siento cómo mis mejillas amenazan con delatar mis sentimientos en cualquier momento— ¿Por qué no me sorprende?

— No fue mi culpa esta vez, el tonto de Matthew se fue sin mí y ahora... —Me callo de golpe al percatarme de lo cerca que está de mí.

Hanbin se había agachado para ayudarme a desatar la cadena de la bicicleta, su mejilla casi rozando con la mía. Intento no mirarle aunque realmente muero por hacerlo. Aguanto la respiración.

Tú y tu manía de hacerme pasar por esta situación ...

Conocí a Sung Hanbin cuando tenía catorce años, y creo que nunca voy a olvidar el momento en que lo vi por primera vez, porque tal vez ese fue el momento en el que pensé: Vaya, así se siente enamorarse a primera vista de alguien.

Hasta que las estrellas dejen de brillar (Sung Hanbin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora