El dilema de querer cambiar pero no poder hacerlo

270 48 21
                                    

Pasó su mano por el cabello de Miles, dejando a su mano deleitarse con lo suave que era al tacto.

Miles se encontraba recostado en su regazo, durmiendo luego de ingerir las pastillas para dormir que consiguió, con algo de esfuerzo, por parte de Miguel.

Aunque no lo aparentaba, Miguel es alguien bastante amable –solo a ojos de Peter, los demás no lo consideran así– cuando no está trabajando como Spider-Man. También solía ocultar las cosas y guardarlas en lo más profundo de su ser para evitar que lo vieran en un mal estado, él siempre prefirió esconder que su corazón estaba hecho pedazos. Lo descubrió esa noche, una semana después de empezar a preparar comida para Miles, que volvió al cuartel a buscar el gorrito de lana de Mayday, que al parecer se quedó en la oficina de O'hara.

Por esos días estaba enojado con el hombre, principalmente por su actitud cuando la Tierra 1610 colapsó. Y decidió no hablarle más hasta que dejara de estar enojado, pero no pudo al escuchar sollozos y jadeos ahogados en lo más profundo de la silenciosa oficina.

Su corazón se estrujó como una pasa y, como el tipo bueno que consideraba que era, no pudo evitar tratar de apoyar a Miguel con lo que le pasaba.

Sin que nadie más lo supiera, a excepción de MJ y Mayday, empezaron una extraña rutina en la que solían quedarse en casa del otro. Normalmente, siempre era por las noches, para comodidad de Peter y evitar lo que pasó el día que Miles se desmayó.

Ese día Miguel no pudo dormir y, por más que trató, no pudo ocultar su expresión de dolor acompañada de las delgadas lágrimas en sus mejillas.

Ahora, varios meses después, podría decir que Miguel lo tenía como la persona a la que más confianza le guarda. Por ello, al enterarse de que Miguel habitualmente usaba pastillas para dormir, no dudó en pedirle algunas.

Pero eso era algo que se guardaría para sí mismo.

Para Miles y Hobie, la historia es que guarda algunas desde que volvió con MJ; para Miguel, es que a veces le cuesta dormir.

Ninguna es real.

Nunca en su vida necesitó de esa clase de cosas ya que él lo superaba todo como todo un campeón. Siempre tuvo ese cansancio adicional que le permitía conciliar el sueño con la mayor facilidad del mundo, por lo que no era complicado dormir.

No comprendía casos como los de Miles y Miguel.

Sabía que era algo que podía pasar, pero lo que le pasó a él era, más bien, lo contrario. Llegó a dormir demasiado, excesivamente mucho. Llegar a su hogar después de una pelea que pudo haberlo dejado muerto, para luego alimentarse de la forma menos sana posible con la esperanza de que la grasa tapara sus arterias y quizá morirse y acostarse en su cama con el peso del mundo sobre él deseando no volver a abrir los ojos jamás.

Lo siguiente que supo ya era historia, y ahora tenía una bella hija que tenía poderes curativos –según él–.

Miles se removió un poco, sacándole una sonrisa.

Miró a Mayday, quien estaba en el suelo jugando con su oso de peluche y una manta; la pequeña, entre palabras mal pronunciadas y entrecortadas, entablaba conversación con el oso. No tenía ni la más mínima idea de lo que hablaba pero parecía divertido por las risotadas que daba por momentos.

Estar rodeado de su niña y el chico que adora tanto como a un hijo, en la sala de su hogar y un acogedor silencio que apenas era roto por la niña. Hacía un buen día y no parecía que fuera a tener problemas.

Sí, es un buen día.

El día anterior Miles llegó con la cara llena de lágrimas, los ojos rojos y una sonrisa temblorosa. Realmente le asustó verlo llegar de la nada, más que nada porque ese día esperaba la visita de Miguel, pero por suerte este tenía trabajo por hacer así que estaba a salvo.

Cuando salga el Sol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora