Epílogo.

0 1 0
                                        

¿Cómo que no sabes dónde está Margarita?

...

La buscamos en los lugares que nos comentó, pero no hay rastro de ella.

...

Unos colegas me llamaron de una comisaría, dicen que unas personas encontraron a una chica con la descripción de Margarita.

...

¡Dije que usted no puede entrar! ¡En el lugar se busca evidencia!

...

Aceptaron la apelación.

...

La autopsia afirma que el cuerpo es de Margarita. Lo siento.

...

Todo indica que fue un suicidio, Leo. No hay más heridas que la que se causó al caer del acantilado y no hay pruebas de que otra persona estuviera con ella. Sabemos que luego de la sentencia, ella se encontraba muy mal.

...

La esposa de él me dio evidencia que Margarita no mentía. Me dijo que la hija de ella con él, también fue abusada por él. Dice que se siente culpable por su suicidio y por no ver lo que le hacía a su hija.

...

De conformidad con las pruebas presentadas y la ley, el acusado es declarado culpable...

...

Espero que Margarita haya visto que ganó el juicio.

🌼🌼🌼

Al levantarme, me preparé un café y caminé hasta la ventana para abrirla y ver el sol saliente y sintiendo la brisa fresca de la mañana. Lala comenzó a acariciarse con mi pantalón de pijama, moviéndose de un lado a otro mientras me maullaba.

La tomé en brazos y la recosté en mi hombro. Ella siguió acariciándose con mi cuello y cabeza.

Continué contemplando el amanecer hasta terminar de beber mi café, y con Lala aún en mi hombro ahora ronroneando, dejé el taza en la encimera y fui hasta mi habitación para cambiarme.

Lala terminó por acostarse en la cama mientras me vestía. Decidí dejarla allí y salir del departamento limpiándome algunos pelos que tenía en los pantalones.

Tomé un taxi y le di las direcciones donde quería que me llevara. Entré a la floristería, luego de un rato terminé eligiendo unos narcisos blancos y volví al taxi.

—¿Le extraña? —preguntó un amigo mirándome por el espejo retrovisor.

—Más de lo que yo creía —Suspiré volviendo a mirar por la ventana—. Más de lo que ella supondría.

El taxista comenzó a hablarme de cosas banales, en la radio sonaba una melodía suave con una letra de amor. No pude evitar pensar en ella.

Algunas veces, me pregunto qué hubiera ocurrido si ese día me hubiera quedado en casa en lugar de hablar con el fiscal de toda esa cuestión de la apelación. O si la hubiera encontrado si me hubiera apresurado en llegar.

Tal vez, la hubiera salvado.

Bajé del taxi y caminé por el cementerio hasta encontrar su tumba. El día seguía soleado y con la brisa fría, el lugar no estaba tan concurrido. Un niño se acercó y dejó un caramelo encima del nombre de ella.

—A mi papá le gustaban esos caramelos y cada vez que vengo, le traigo porque en la noche viene y se los come —Me sonrió—. Espero que también le gusten. Ten.

Me tendió otro caramelo y se fue corriendo hasta una señora que estaba sentada en la lápida. Guardé el caramelo y me quedé mirando su nombre.

Puede que pasaran cuatro años desde que murió, pero aún tengo esa espina que me recuerda el dolor y todo lo que pasó.

Me duele que no pude hacer algo al respecto, que no pude ayudarla ni ver cuán mal estaba. Porque ella nunca me lo dijo. Y a pesar que estaba con ella y la veía, no sabía que había llegado hasta ese punto.

Debí prestarle más atención.

Debí quedarme con ella.

Por tratar de ayudarla, terminé por no hacerlo.

Sí, me culpo, pero también entiendo que ya no puedo hacer algo al respecto. Ella tomó esa decisión. Ella no pudo con más.

El fiscal comenzó a hacer un movimiento para crear una ley en nombre de Margarita y todo lo que pasó.

Porque Margarita nunca perdió, sólo le hicieron trampa al no saber las reglas del juego.

—Te traje narcisos porque sé que no te gustaban las margaritas —Sentí como mi visión se nublaba por algunas pequeñas lágrimas que no terminaron por salir—. Espero que estés bien donde sea que estés y que, al final, vieras lo importante que eras.

Margarita [Saga Pétalos Rotos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora