⟣ 𝟷 ⟢

42 6 0
                                    

Era lunes por la mañana, comenzaba el inicio de la semana para Adrien Agreste. Después, de haber tenido un aburrido fin de semana lleno de deberes atrasados por haber faltado a clases gracias al repentino viaje de negocios de sus padres a Nueva Zelanda, y obviamente al ser menor de edad se vio obligo a ser partícipe del viaje.

Su madre, Emilie Agreste, estaba muy enfocada en lanzar su próxima película. Mientras que su padre, Gabriel Agreste, ya estaba organizando el debut de sus nuevas modelos y sus nuevos diseños de otoño.

Así que, había sido una semana sofocante para Adrien lidiando con todo el estrés que sus padres liberaban a la hora de convivir con él.

Por un lado, estaba exhausto de haber tenido una semana llena de angustia, pero viéndole la otra cara a la moneda por fin había llegado el día lunes y estaba a unas cuantas cuadras del Instituto. Al fin, vería a esa azabache de ojos zafiros que hacia volcar su corazón y sonrojar sus mejillas.

Marinette Dupian-Cheng era su nombre, la conocía desde hace dos años y desde que se percató de su pureza y belleza natural no ha podido sacarla de su mente. Sin embargo, cada vez que intentaba acercarse a ella o entablar una conversación, algo lo detenía como si entre ellos dos hubiera un muro que los separara.

Al inicio, era una nube llena de emociones y confusiones por ese sentimiento misterioso que estaba naciendo en su interior. No podía comprender lo que estaba sintiendo en su corazón, pero era una emoción cálida y reconfortante, cada vez que la veía sus ojos verdosos se perdían en sus facciones y recorría cada detalle de su rostro, luego de eso una sonrisa boba se posaba en sus labios imaginando en lo que podía ser si él se animara a hablarle.

En su momento, se alejó y creía que no podía enamorarse, no entendía lo que quería y no sabía de donde provenía el sentimiento. Pero, cada paso que daba hacia atrás con tan solo admirarla en silencio avanzaba aún más hacia ella.

«Pensar que sólo han pasado dos años desde que la vi aquel día...»

[Flashback].-

Las clases habían concluido, pero el joven rubio caminaba junto a su mejor amigo hacia los clubes de la tarde. Buscaba inscribirse a uno que le interesara, hasta ahora el primero en lista era el club de coro.

Tenía una entonación y cuerdas vocales perfectas, algo tuvo que haber heredado de sus progenitores además de belleza y sensualidad.

—¿Estas completamente seguro que quieres unirte a coro?— pregunto el moreno levantando ambas cejas.

—Sí, ¿por qué no? Tengo una voz genial y me aburro, tengo mucho tiempo libre desde que le dije a mis padres que no quería seguir con el modelaje.

—Lo comprendo y se de ante mano que tienes una voz estupenda. Pero, no se... el maestro James es muy estricto. Además, creo que en sus presentaciones exige practicar danza.

—Será todo un reto. Ya no puedo echarme para atrás, estamos a una puerta que nos separa de intentarlo.

—Como tú digas.— levanto ambas manos resignado por completo.

Abrieron la puerta la cual los condujo a un gran salón que estaba dividido hacia un pequeño escenario y la otra mitad un estudio de baile. Adrien observaba a los integrantes que conformaban el club, habían estudiantes ensayando coreografías mientras otros practicaban con sus instrumentos musicales.

—Alto, alto, alto... —enunció el adulto que se encontraba cruzado de brazos mientras frotaba su entrecejo con evidente malestar.—Kagami, ya lo habíamos hablado, tienes que vocalizar más alto. Todos en este salón deben oírte o sino no servirá de nada.

𝙲𝙴 𝙼𝚄𝚁 𝚀𝚄𝙸 𝙽𝙾𝚄𝚂 𝚂𝙴𝙿𝙰𝚁𝙴| +𝟣𝟪 𝒜𝒹𝓇𝒾𝑒𝓃𝑒𝓉𝓉𝑒✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora