El loco fanático del frío

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Recuerdo como si fuese hoy la primera vez que le conté a mi expareja que me gusta el frío. Debo admitir que, gustarme es decir poco, en realidad me encanta, es una parte muy importante de mi vida.

Empecé con duchas frías, después baldazos de agua helada, los cuales para enfriarlos usaba hielos. Y lo más loco que hice dentro de mi departamento, fue comprar grandes bolsas de hielo y ponerlas en la bañera. Con el tiempo fui consiguiendo adaptarme cada vez más rápidamente. O sea, al principio solo aguantaba un poco el agua fría de la ducha y después enseguida abría el agua caliente otra vez, consiguiendo un gran efecto de relajación. El baldazo es fácilmente soportable, porque es un segundo o dos, aunque cuando hace demasiado frío te quedan doliendo un ratito los pies, la cabeza o hasta el abdomen.

Nada de esto empezó por casualidad, al principio lo hice porque no me quedaba otra. En la casa donde vivía con mis padres hubo una temporada en que salía muy poca agua caliente, la presión de agua era muy débil, por lo cual abriendo ambas canillas conseguía que saliese una buena cantidad, pero bastante tibia. Así que aguantaba el agua fría un ratito y después abría la caliente, de esa forma toleraba mejor el agua tibia, ya que con el contraste la sentía más caliente.

Cuando me fui a vivir solo fue todo lo contrario, vivía en un departamento en el que había un calefón y la presión de agua era brutal. Por lo que a veces simplemente me sentaba sobre la bañera y dejaba que el agua fluya durante varios minutos, con el agua muy caliente.

Después me mudé a mi actual departamento, con uno de esos termotanques chiquitos. No puedo bañarme más de diez minutos porque ya salía el agua tibia y fría. Entonces volví a experimentar como se sentía el agua fría sobre mi piel. Al principio intercalando, después los baldazos con grandes hielos creados en el freezer dentro de botellas. Posteriormente empecé a leer sobre un hombre que había hecho estudios al respecto y había creado un método de respiración, y era capaz de soportar grandes temperaturas heladas al aire libre. Quedé fascinado, practiqué sus técnicas de respiración y empecé a buscar en internet gente afín.

Encontré un grupo, el cual además de practicar el método Wim Hof, llamado así por el nombre de su creador, hacían baños en agua helada en una ciudad bien al sur de Argentina. Después de chatear con varios de ellos me invitaron a ir algún día, y ese día llegó unos cuantos meses después.

Pero volvamos al principio, lo que en realidad quería contar, es la historia de una ruptura, una chica que yo creí el amor de mi vida, Laura. La primera vez que le mencioné que cada tanto me gustaba darme duchas de agua fría la expresión de su cara fue de un rechazo tan brutal, que parecía hasta darle asco. Ella era muy expresiva, quizás yo estuviese exagerando, quizás yo estaba demasiado sensible. Pero sus palabras lo confirmaron, ella creía que yo estaba loco, y ni siquiera podía creer lo que hacía.

Mi pasión por el frio para ese entonces ya era bastante grande y no encontrar el apoyo en ella fue demoledor. No esperaba que se ponga contenta y dándome una palmadita en la espalda me dijese que haga lo que sienta o lo que me guste, pero tampoco semejante gesto de desaprobación, le pareció una aberración directamente.

Decidí no contarle más nada del tema y ella tampoco me preguntó. Estuve mal durante algún tiempo, ella parecía haber olvidado el asunto, más bien lo ignoró. Sin embargo, mi pasión por el agua fría siguió creciendo. Poco después fue cuando descubrí al grupo de gente que era como yo y me propuse hacer el viaje al sur. Cuando le comenté a Laura que tenía ganas de hacer un viaje, me dijo que ella también, no le gustó mucho mi propuesta de ir al sur, pero la convencí, era la única parte del país que no conocía. En principio mi idea era viajar solo, al ir ella no me quedaría otra opción que volver a hablarle del asunto.

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⏰ Última actualización: Aug 06, 2023 ⏰

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