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"Tu vida cambiará de ahora en adelante, debes aprender a ser un buen soldado y dejar de comportarte como una niña. ¿Entendido?" Ella baja su cabeza y evita la mirada severa de su padre. El hombre, al ver que no responde simplemente la ignora para no salir de quicio a esas horas de la noche. "Simplemente te pido que salgas de esa burbuja, estamos en guerra. Tómalo como castigo si quieres. Sabía que me estaba equivocando al darte todo sin que hicieras esfuerzo por nada."

Ella lo miró y ahora el hombre estaba de espaldas a ella mirando por su ventanal. "Pero... padre..." ella habló pero de inmediato fue interrumpida.

"Es mejor que te vayas ahora, tu primer día en el 141, empieza mañana. Más te vale que no me decepciones..." dijo el padre a su evidente frágil hija.

La menor en la sala se retira sin siquiera despedirse. Cierra la puerta detrás de ella en un azote y se dirige a buscar el equipaje en su habitación. "No puedo creerlo... ahg." esbozó un gruñido quejándose.

Tan pronto como partió de su casa, la chica, lleva su pesado equipaje sin mirar atrás, sintiendo rabia de su familia y de su vida que había sido perfecta hasta que su padre comenzó a tratarla indiferente. Esto de pertenecer a la armada no le parecía buena idea en absoluto. Había sido criada como una princesa, sin mover siquiera un dedo por ella misma.

Ha estado esperando el autobús del Task Force 141 hace media hora, y estaba a punto de desesperarse. Cuando al fin se notan esas luces amarillas a lo lejos del camino, ella se pone de pie y arregla su vestimenta militar. Al entrar, el chófer la mira y se ríe 'disimuladamente' ante el aspecto de ella.
"Buenas noches, señorita, este es el camión equivocado, aquí no la llevamos a un castillo" ella rodó sus ojos y le hizo una mueca.

"No, no estoy equivocada, muchas gracias por preocuparse." sonríe ella hipócritamente y se adelantra al autobús, donde habían unos pocos novatos de su 'rango' ella fue al último asiento mirando a la ventana. Mientras caminaba escuchaba los murmullos de los hombres en dicho autobús.

Ella suspira y se dedica a mirar el camino por la ventana, el ambiente era oscuro y tedioso, al igual que la nueva vida que le esperaba a la joven.

Fueron horas y más horas de viaje, y ella se había quedado dormida con el rostro pegado a la ventana. De pronto el camión tropieza con un bache en la carretera al llegar a la base. Y hace que se despierte del golpe. "Ah, maldición." Se frota dónde se golpeó y luego miró por la ventana, a donde estaban llegando.

Ella miró con asombro el sitio amplio e intimidante. Donde habían muchos hombres uniformados. Algunos trotaban por ahí, otros entrenaban. Y otros probablemente en un descanso... "No veo ninguna mujer por aquí..." susurró ella buscando a alguien de su mismo sexo. Desgraciadamente no ha visto a ninguna aún.

Los soldados que viajaban con ella en el autobús se estaban empezando a bajar, así que ella los siguió siendo la última en la fila. La mayoría (por no decir todos) eran mucho más altos que ella, algunos seis pies de altura por cada uno.

Ella suspira y sigue su camino detrás de ellos. El altavoz de dicho sitio comenzó a sonar llamando a los nuevos.

Un soldado de rango mayor los guió a la sala de conferencias y luego se largó. Todos en el salón hicieron un silencio sepulcral.

"En primer lugar..." Una voz masculina, severa y grave llama la atención de todos llevando sus miradas al frente de inmediato. "sin hablar, sin teléfono de ningún tipo, con el uniforme correcto todos los días, horario puntual. De acuerdo a nuestras normas, nos identificamos con la inteligencia, valentía y fortaleza, no toleramos la debilidad, ante ninguna situación. Y el respeto es clave, respetarse a sí mismos y a sus compañeros, así mismo a sus superiores."  La voz que provenía de enfrente hizo una pausa. Ella trató de ver de quién se trataba pero al estar detrás de sus compañeros no alcanzaba a ver más que sus espaldas ni siquiera poniéndose de puntillas. "Todo lo que he dicho debe quedarse grabado en su memoria sin descartar nada. ¿Entendido?"

"Entendido, Coronel." Dijeron todos al unísono, la chica no entendía, pero al escuchar todo eso solo nervios corría por sus venas. Ella trató de ver a la persona al mando en la habitación, pero desgraciadamente se marchó antes de que ella lograra al menos ver su sombra.

"Muévete, Blanca Nieves, ¿quieres que te aplasten aquí?" Dijo una voz masculina pero juvenil sacándola de sus pensamientos, se trataba de uno de los chicos que venía con ella en el autobús. "No sé que hace una chica como tú en un sitio como este, pero espero sobrevivas, chiquita." El dice en un tono burlesco mientras se ríe, pasando de ella y juntándose con los demás de la tropa de novatos, quienes se dirigían a sus habitaciones asignadas.

Ella los sigue también, sin decir nada. Molesta por el apodo que le puso ese chico, sin embargo, siguió su camino junto a los demás en la tropa.

CORONELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora