El contrato.

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No era casualidad que no pudiera dormir en toda la noche. Sería infiltrada en la casa de la mafia más grande de toda Italia, que tendría de especial eso. Un par de armas, movimientos sigilosos. Nada más. La taza de café encima de la mesa corrediza de mi habitación me veía como una farsante. Siempre había sido de buen dormir, esta misión me tenía temblando las manos. Habría preferido la aburrida libertad a esto. No pensé que me lo ofrecerían después del escándalo de la semana pasada. No quería matar a ese soldado, pero me había ofendido. Proponerme como voluntaria a una prostituta infiltrada había sido su error. Tuve que dejarle en claro con quién estaba hablando pero su egocentrismo patriarcal no le permitió escucharme así que tuve que dejarlo claro con un disparo en la cabeza. No volvería a proponer estupideces.

Eran las 7am, no faltaba mucho para reunirme con la señora Kala, esposa del gran Nestor Genovese. Supuestamente necesitaba una niñera para un niño de 17 años. Sonaba ridículo porque era un chico normal. No tenía ninguna enfermedad pero aún así insistía en hablar los detalles en la entrevista privada. Las llamadas de ellos siempre son interferidas por espías, como yo, así que entendía su discreción.

Al fin me levanté y me vestí como una niñera, pero elegante. Unos pantalones de vestir negros, una remera de seda blanca. El cabello recogido en un moño bajo y unas botas también bajas. Me veía normal, como una niñera para un niño rico.

-Ava, ya te están esperando.

-Bajo- Respondí a mi compañero. Por el comunicador de la habitación. Todo sería diferente de ahora en más.

Habían sido claros conmigo. Tenía que abstenerme de cumplir solo mi puesto de trabajo. O sea, el de niñera, no el de espía del ejército. No estaba del todo de acuerdo, para que sería infiltrada si no requerían que les otorgue ningún tipo de información de los jefes de la mafia. Solo que me ocupe de sus hijos, o de uno de ellos ya que el otro tenía al menos unos 20 años. No tiene ningún sentido pero no me daría el lujo de cuestionarlos.

De camino a la mansión se me otorgaron algunas licencias y planes de rescate por si tenía que huir de allí. Una pistola de bolsillo que guarde en mi cartera con todo lo demás y una navaja de tobillo. También un chip rastreador dentro de un anillo que debería usar siempre o al menos siempre que saliera de la casa. Estaba bien por mi, no tenía motivos para poner mi vida en riesgo o rechazar las ayudas del ejército. Era consciente de que en una misión con esta podría morir en cualquier momento. Sobre todo si me descubren.

Baje del auto de lujo que me trasladaba. Una limusina. Salude a mi compañero chofer por última vez y me adentre en la gran mansión, donde me recibió una gran cantidad de personal de la casa guiándome al estudio de la señora.

Era todo muy blanco. Paredes blancas y detalles plateados. Esculturas y cuadros blancos con paisajes pintados en colores crema. Algunos eran de la familia. Las escaleras que subimos eran de mármol blanco con detalles en forma de rosas de color dorado y plateado en las barandas. Era realmente hermoso y se veía muy costoso también. Una mujer de edad anunció mi llegada en un estudio con unas puertas muy grandes de ébano y de detalles finos tallados seguramente a mano.

-Adelante señorita.

Me adentre en la habitación con una sonrisa y buen porte. La señora de la casa se veía muy joven y de mucha elegancia. Me miraba con una sonrisa esperando que me sentara en la silla frente a ella. Se veía gentil a pesar de su fama de rigurosa. Tome asiento y puse mis pertenencias con mi saco de paño blanco a mi costado.

-Buen día, señorita.

-Buen día, señora Genovese. Espero no haberla hecho esperar mucho.

-Para nada. Apenas he llegado del salón de belleza. Quería retocar un poco mi cabello antes de vernos.

Malos acuerdos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora