Entre el cielo y el infierno

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Alastor pov:

Alastor había salido victorioso de su último sangriento espectáculo, un corto pasatiempo que nunca dejaba de animarlo, de todas formas, nunca tuvo que preocuparse por los restos que dejaban los desafortunados demonios que habían pasado por sus cuchillas.
Por supuesto, sus pequeños amiguitos sombríos se encargarían de ello sin problema alguno.

Despidió aquella rojiza escena con una alargada sonrisa y un característico destello carmesí que emanaba de sus pupilas, y sin más dio media vuelta y continuo sin compasión presente y sin rumbo alguno, se decidió a dar una corta caminata de imprevisto.

Solamente podría apreciar las vastas calles de aquella anticuada ciudad por la que deslizaba sus zapatos, ciudad a la cuál tanto le deleitaban sus paisajes, su aroma y por supuesto, su clásica característica, aquella que destacaba por las hórridas costumbres de unos tantos habitantes: el territorio caníbal; un melancólico sentimiento lo arropaba en aquel momento, unos lindos recuerdos fueron rápidamente pasajeros por su memoria.

Un territorio bastante agradable de esquina a esquina, de local a local a pesar de los caníbales que abundaban por ahí devorando centenales de cadáveres, desmembrados o enfermos, frescos o incluso putrefactos, sin embargo, el tenía costumbres un tanto más, "limpias", a pesar de todo, las damas con las muelas repletas de carne recién arrancada, eran sumamente amigables, dejando de lado lo anterior dicho.

Por estas dichas calles ahora mismo se encontraba merodeaba uno de los overlords más intimidantes y pudientes, temido sobre todo por su respetada y hórrida reputación, por su tétrico e incomprensible inmenso poderío y su característica e inigualable sonrisa que lo distinguía sobre otros, odiado por muchos, amado por otros y temido por el infinito resto, aquel demonio no era nada más y nada menos que el ciervo de rojizo traje, comúnmente conocido como el temible Alastor o también apodado "El demonio de la radio"

Con sus brazos escondidos detrás de su espalda saludaba a cualquiera que pasaba a su lado, caminando como si de un rey se tratara por las grandes calles caníbales, pueblo en el que era respetado y adorado por una cantidad de seres habitantes de ese lugar, el cual llegó a ser su estancia por un largo tiempo.

Su ropa ensuciada de un abundante líquido rojo que fácilmente pasaba desapercibido precisamente por el tono similar en la vestimenta de aquel sonriente Overlord.

Tenía mucho tiempo libre por delante, así que sin mejor idea se apersonaría felizmente a merodear por las calles, de una en una si era necesario, simplemente quería deslindarse de cualquier responsabilidad que tuviera con cierta princesa.

Unos cuantos momentos habrían pasado después de una larga caminata, había perdido completamente el rumbo entre su penetrante tarareo, estaría atravesando una ruta un tanto descuidada y con una tenue iluminación, percibiendo cierta melancolía sobre aquella zona, la cual arropaba sus oídos con ese dulce sonido de la brisa ahogadora entre en cielo rojo, un ambiente bastante agradable para el, por lo tanto, simplemente recargo su cuerpo sobre el tronco de un árbol, jugueteando en su palma con una especie de humo verde que emanaban sus dedos.

Azrael pov:

Estar en el infierno siendo un ser celestial no era cosa fácil, aunque si que ayudaba un poco que yo no poseo el característico cabello dorado y las hermosas alas blancas que mis hermanos y hermanas poseen, mis alas negras y mi cabello del mismo color me hacían destacar en menor medida y a veces algunos llegaban a quedar confundidos por no saber quien soy yo.

También por eso mismo siempre sentí que era quien no encajaba del todo allá en el reino de padre y no he vuelto desde hace milenios. He vagado por la tierra y en última instancia decidí dar un cambio drástico al empezar a explorar el infierno mismo.

Una batalla entre fronteras (Alastor vs Azrael)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora